El regreso de un periodista a sus raíces y las tensas relaciones con su hermano marcan el inicio de esta novela donde confluyen las emociones más dispares.
El protagonista, hastiado de la ciudad, elige la casa derruida de su abuelo, en el encinar, para vivir una hermosa historia de pasión por la tierra.
Alejandro López Andrada, uno de los escritores más puros de nuestras letras, dibuja mediante su prosa exquisita el paisaje, los objetos y seres humildes que lo habitan —carboneros, pastores— con una intensidad que conmueve.
Se cumplen tres décadas de la novela que inauguró el ruralismo mágico. Mucho antes de La España vaciada y de que el medio rural se convirtiera en el eje de ensayos y narraciones de éxito, La dehesa iluminada mostraba ya un mundo en franco declive y, al mismo tiempo, repleto de bellos matices y fulgores.
Alejandro López Andrada (Villanueva del Duque, 1957) comenzó a escribir muy joven y hasta la fecha ha publicado poemarios como El Valle de los Tristes (1985), La tumba del arco iris (1994), Los pájaros del frío (2000), La tierra en sombra (2008) y Las voces derrotadas (2011), y recibido premios como el Nacional San Juan de la Cruz, Iberoamericano Rafael Alberti, José Hierro, el Andalucía de la Crítica, el Fray Luis de León y el Ciudad de Córdoba Ricardo Molina, entre otros.
Ha escrito asimismo poesía infantil, tres ensayos sobre la desaparición del mundo rural: El viento derruido, Los años de la niebla y El óxido del cielo) y once novelas, una de las cuales, El libro de las aguas, fue adaptada al cine por Antonio Giménez-Rico.
Tras El jardín vertical (2015) y Entre zarzas y asfalto (Berenice, 2016), resulta ganador del Premio Jaén de Novela, uno de los más prestigiosos del país, gracias a Los perros de la eternidad.
En Los árboles que huyeron (Berenice, 2019) abordó el primer tramo de sus memorias. Hijo Predilecto de su localidad natal tiene una plaza con su nombre. En ella se encuentra la casa donde nació.
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