Profesiones que desaparecen y costumbres que se olvidan son algunos de los recuerdos que han quedado impregnados en la mente de la autora mallorquina y que transitan por las páginas de un libro intimista, lírico y profundamente sensual. La sensualidad de la inocencia de una niña descalza que se asoma entre los barrotes de un balcón donde no se ve el mar, pero se adivina en la distancia por el aroma que el viento trae a sus pupilas de color ligeramente azulado, como esas aguas que rodean la ciudad donde vivió la infancia y que quiere recordar para que su nieta no olvide cómo era la vida sencilla, pero tenebrosa, de aquellos tiempos de su infancia. Hay mucho de memoria histórica en las páginas de su nuevo libro, pero la memoria histórica de lo cotidiano que vamos perdiendo poco a poco. "España es un país muy diverso en el que tenemos cuatro lenguas que nos proporcionan una riqueza cultural que no sabemos apreciar", afirma contundente la escritora especialista en literatura española. Y ella siempre ha estado empeñada en dar a conocer esa riqueza, quiere enriquecernos culturalmente y muchos de sus trabajos han ido en esa línea, pero con su nuevo libro está empeñada en que conozcamos también unas tradiciones seculares que se están perdiendo por culpa de nosotros mismos y de una colonización teutona que solo entiende de ladrillos y cervezas. "El problema es la enseñanza que se imparte en nuestro país, hay poco gusto por la cultura, que se refleja en las pocas horas en que se enseña literatura y si a eso añadimos que prácticamente sólo se enseña literatura en castellano, el problema de agrava. Se debería compartir ese tiempo con las otras lenguas del país", explica sosegadamente con un tono de voz cálido pero firme y añade "o vuelve la literatura y la lengua a las aulas o estamos perdidos". ¡Qué razón lleva! Los alemanes es un tema que le preocupa profundamente, "controlan el 25% de las islas, no han respetando el paisaje y parece que han vendido su alma al cemento. Creo que el turismo nos ha hecho desgraciados", afirma. Quizá haya traído dinero, pero ha traído más cosas malas que buenas, aunque suene mal, el término balearización debe tenerse en cuenta. No se debe perder la esencia de unas islas amadas y respetadas a partes iguales por culpa de una supuesta bonanza económica. Tiempo de inocencia es un texto escrito por la autora balear por dos razones fundamentales: la primera porque "vas cumpliendo años, lo que te queda por vivir es ya menos de lo que has vivido y se necesita recapacitar sobre el pasado" y la segunda es "contar a mi primera nieta unas vivencias infantiles tan distintas a las actuales", señala Carmen Riera. El cariño que siente hacia su nieta es el mismo que recibió, a su vez, de su abuela, "soy escritora porque mi abuela me leía poesía de pequeña", recuerda en un tono sentimental y agradecido, además, cree que "los abuelos son muy importantes en la formación de los niños". En aquellos años cincuenta los abuelos pasaban muchas horas con los nietos, en eso seguimos permaneciendo igual, ya que la crisis económica que vivimos hace que muchas familias no puedan llevar a sus hijos a las guarderías y encargan a los abuelos el cuidado de los pequeños. La novela es una estampa de los años cuarenta y cincuenta, pero desde la visión de una niña y, también, de la adulta que rememora la visión de una niña. Sin embargo, se paró en los diez años, no quiso escribir sus recuerdas del comienzo de la adolescencia porque esa etapa ya no la interesa, "son los recuerdos de la niña que llevaba dentro lo que he contado en la novela", especifica Carme Riera, porque para ella cuando se entra en la pubertad, nos convertimos en otras personas. Es ese recuerdo personal lo que la hace hablar de otros, de los padres, de los abuelos, de los amigos de la familia, de las personas que trabajaban en su casa, criadas, agricultores, incluso personajes esporádicos que aparecían para hacer determinados menesteres, como el vareador de colchones de lana, que todos los años al comienzo del verano aparecía por las casas para desapelmazar la lana de los olvidados colchones de lana y todo ello con un denominador común, el recuerdo positivo que se guarda en lo más profundo del corazón.
Ese tiempo de infancia, ese tiempo de nostalgia, lo vivió entre la ciudad de Palma y la casa de vacaciones Sa Marineta. El recuerdo de aquellas vacaciones que se prolongaban más de tres meses está muy presente en los recuerdos de la autora. El cercano mar Mediterráneo ha acompañado a la escritora toda su vida. Nació en Barcelona, vivió la infancia en Palma y volvió a Barcelona, y cuando ha tenido que residir en otros países como profesora de literatura española, ha procurado estar cerca del mar. En una ocasión dio clases en una universidad americana alejada del mar unos 280 kilómetros, y los recorría en el coche los fines de semana para ver las olas de un Atlántico más bravo que el tranquilo Mediterráneo. La añoranza del mar, de las olas cadenciosas, siempre han estado en su corazón y su literatura tiene mucho de eso, de la calma que se percibe en la cadencia de sus escritos que avanzan suaves, aunque firmes sean sus convicciones. Su literatura tiene mucho de sensaciones, de recuerdos a los olores y sonidos de otra época, el reloj que daba las campanadas recordándonos nuestras obligaciones, de abrazar a un olivo dulce que su padre mimaba con esmero. Esos recuerdos de su infancia la han hecho escribir sus recuerdos, "la infancia es maravillosa porque luego viene la madurez, porque tenemos toda la vida por delante", analiza. La niñez es la puerta de la vida que queda por venir, por vivir. Los años de infancia son fundamentales en la formación. Recuerda la escritora lo mucho que le costó aprender a leer. Tuvo que ser un profesor la que la alentase recitándola las sonatas de Rubén Dario: "los niños necesitan un estímulo", señala. Una vez que se tiene ese estímulo adecuado los niños son auténticas esponjas. La vida está en los libros, la literatura es tan importante para la formación de los niños y los adultos que los planes de estudio tendrían que tener más en cuenta esta asignatura, aunque prohibir cierto tipo de lectura ha sido siempre un acicate para las personas. A Carme Riera la pilló su padre leyendo las Sonatas de Valle-Inclán siendo niña, eso hizo que sintiese mayores deseos de leerlas y miren ustedes a lo que ha llegado. Puede comprar el libro en:
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