Para Riera, "el alma de las personas consiste en su memoria", que es donde "se resume la identidad", y la literatura no es más que un invento para "escribir sobre cuánto hemos perdido". La infancia es el primer paraíso perdido.
La novela es una historia real llena de emociones. Un recorrido íntimo y nostálgico, entreverado de imágenes que se enlazan y ofrecen el retrato panorámico de una familia acomodada de la Mallorca rural de los años cincuenta y sesenta: las personas, los oficios, las fiestas, el encierro en el caserón de Palma, los largos veranos en la casa de vacaciones de Sa Marineta, los fríos inviernos y los sabañones, la culpa y el terror al infierno y las conspiraciones democráticas de su padre.
La escritora se reencuentra en el libro con la "niña tímida, temerosa, asustadiza y feúcha de la que procedo" para recordar -palabra que, apunta en el prólogo, etimológicamente significa volver a pasar por el corazón- y dibujar un mundo que ya no existe, lleno de magia e inocencia, de sueños y olores, de juegos y canciones, de amigos, visitas, oficios, tradiciones. Pero también un mundo cerrado y provinciano donde reina la disciplina, las prohibiciones, el castigo y el sentimiento de culpa.
Desde la ternura y la nostalgia, a través de la niña a veces rebelde y no siempre feliz que fue, Riera recupera un pequeño y rico universo trufado de personajes entrañables que no volverán jamás. La Mallorca rural del pre-turismo, todavía virgen de los "asesinos de paisajes" y de las "calamidades urbanísticas".
La familia, un padre fuerte y protector y una madre bella y algo añorada de su Barcelona natal, los mágicos relatos de la abuela Catalina, las enseñanzas de la tía Celestina, los instintos asesinos para con sus hermanos, las excentricidades del abuelo Pablo, la niñera, la planchadora, los olores del colmado, los vecinos al fresco, las visitas, las casas -la de Deià y la de Palma-, la naturaleza, las canciones de cuna, las tradiciones, las ferias y los mágicos días de Reyes, el terror a las tormentas y a la condena eterna en el infierno, el descubrimiento de la lectura, la poesía y el teatro, el lenguaje de las campanas, las monjas, los juegos de verano entre olivos, la lengua mallorquina, el descubrimiento del cuerpo desnudo, encantadoras anécdotas como la de Aurora Dupin (George Sand) y Fréderic Chopin, conocidos entre la gente del pueblo como el demonio hecho mujer y Chupi, o la del escritor mallorquín Llorenç Villalonga, antiguo inquilino de la casa familiar, y el Nobel Camilo José Cela. Todo revive, con trazo infantil, en las páginas de Tiempo de inocencia.
Carme Riera es catedrática de Literatura Española en la Universidad Autónoma de Barcelona. Entre sus novelas destacan En el último azul (Alfaguara, 1995), premios Nacional de Narrativa, Josep Pla, Crexells, Lletra d'Or y Premio Vittorini a la mejor novela extranjera publicada en Italia en el año 2000; Por el cielo y más allá (Alfaguara, 2000), Premio de la Crítica Serra d'Or; La mitad del alma (Alfaguara, 2005), Premio Sant Jordi 2003; El verano del inglés (Alfaguara, 2006) y Naturaleza casi muerta (Alfaguara, 2012). Su obra ha sido traducida al inglés, alemán, italiano, portugués, francés, ruso, griego, holandés, rumano, hebreo, húngaro, turco y eslovaco. En 2001 recibió el Premio Nacional de Cultura concedido por la Generalitat de Cataluña. Es miembro de la Real Academia de la Lengua.
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