El protagonista de la novela, Mario Ojeda, es un periodista que trabaja en una empresa de administrativo, sus horas de ocio las dedica a rebuscar noticias entre viejos periódicos locales sobre un conocido ilustrador del que se perdió su pista con el final de la guerra civil española. La documentación obtenida le induce a realizar una investigación sobre su posible paradero. En esta labor le ayuda un amigo periodista de sucesos del diario Informaciones y su propia mujer.
En la búsqueda por un barrio de Madrid y por la localidad alcarreña de Sigüenza, Manuel Rico nos muestra cómo era la España autárquica de los años sesenta, donde la oposición al régimen quedó, casi en exclusiva, en manos de los sindicatos y del Partido Comunista de España. Aunque el protagonista flirteaba con esta ideología no se involucra en la lucha, más bien lo ve desde fuera.
Así, nos muestra cómo era la vida tanto en la capital como en los pueblos. En este sentido, se nos muestra Rico como un cronista costumbrista de la vida de aquel entonces, dejando patente las diferencias que existían en esos dos diferentes hábitats. También refleja los modos diferentes de proceder de los medios de seguridad del Estado, por un lado la guardia civil en los pueblos y la policía, los llamados grises, en la ciudad; mostrándonos sus dispares características en el modo de actuar.
La investigación le lleva a Mario Ojeda a enfrentarse con sus raíces, con aquellas historias que le contaba un tío suyo republicano en sus años de niñez. Con parsimonia literaria, el autor madrileño va describiendo tanto la ciudad como la minuciosa investigación que realiza el periodista. Se muestra como un narrador que se fija en los más nimios detalles tanto de la investigación como del entorno.
“El lento adiós de los tranvías” es una alegoría de cómo el régimen franquista iba hacia su desaparición a un ritmo tan lento como el de los viejos y caducos tranvías que no supieron evolucionar y que se desplazaban con lenta parsimonia por los raíles del tranvía hasta que el progreso hizo que se fuesen quitando para dar paso a una forma nueva de desplazarse. Nuevos aires que llegaban poco a poco al país, como fue aquella ley de Prensa del ínclito Fraga, que pretendía traer algo de la libertad ansiada y se quedó en agua de borrajas.
El marco temporal escogido por Rico gira alrededor de aquel referéndum sobre la aprobación de la Ley Orgánica del Estado, que quería cambiar la forma del Estado separando la jefatura del mismo y la del gobierno, sólo que siguió ostentándola la misma persona hasta que en el 73 recayó la presidencia del gobierno en Carrero Blanco, cuando ya estaba el dictador bastante decrépito. No podía haber escogido un mejor momento para retratar cómo se movía aquel régimen.
Ya en 1986 el grupo Gabinete Caligari compuso la canción “El último tranvía” donde hacían una analogía similar. El tranvía quedó como un símbolo de aquella España mortecina que se enfrentaba a nuevo retos. De ahí que el título me parezca acertadísimo, todo un fiel reflejo del país en aquellos días. Cierra la novela Manuel Rico con un capítulo que transcurre seis años después de producirse la investigación donde se pone punto final a la sorprendente conclusión de la novela que, por otra parte, queda bastante abierto. Ha tenido una buena idea el autor en recuperar su novela, casi treinta años después ya que la novela nos sigue pareciendo muy actual, tanto en el estilo, tiene mucho de thriller, como de la forma, con un lenguaje moderno, pero culto.
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