Un elenco de seis intérpretes -José Bustos, Yaiza Marcos, Zaira Montes, José Troncoso, Consuelo Trujillo y Juan Vinuesa-, dan vida a esta historia de deseos y fantasmas en el México de principios de los 70. Aquí, “el desierto es una promesa y una amenaza”. A sus puertas, “como cada verano, nos hemos vuelto a reunir. Hace ya muchos años llegamos de un país que se desdibuja al otro lado del océano. Otros nacimos ya aquí, aunque nadie lo crea. ¿Acaso importa? Seguimos aquí, sí. Nos acompañan un puñado de canciones. No sabemos si reímos o lloramos cuando salen de nuestra boca, porque en esta tierra los recuerdos acaban convertidos en alucinaciones y las alucinaciones en recuerdos. ¿Todavía nos oís? Seguimos aquí; una vez estuvimos juntos, ¿os acordáis?”.
El presidente Lázaro Cárdenas acogió a muchos exiliados republicanos españoles con los brazos abiertos, pero no a todos. Hubo un cierto elitismo entre los exiliados que el presidente del gobierno republicano Juan Negrín se encargo de filtrar. Sólo ayudó en el exilio a la élite cultural del país, dejando al albur a los trabajadores de oficios más humildes. Cipriano Mera lo cuenta en su biografía de manera fidedigna. Esa élite cultural, compuesta de profesores de Universidad, médicos, escritores, actores, artistas, etc., tuvieron una cierta predominancia cultural en México y todos tenían una afiliación socialista o comunista, nunca anarquista como bien se queja Mera en su obra.
A esa extracción social pertenecen los protagonistas de la obra. Ana María, actriz de éxito; Max Rejano escritor que es un cruce de los famosos literatos Max Aub –probablemente el mejor escritor de ese grupo de exiliados, salvando a Luis Cernuda- y Juan Rejano, personaje de muchas aristas y contradicciones al que da vida Juan Vinuesa. Ya en los años setenta, muchos de esos exiliados se plantearían la vuelta a España. Ana María, interpretado por la veterana Consuelo Trujillo, es de ese parecer, pero para llegar a eso han tenido que ocurrir demasiadas cosas.
La obra plantea ese exilio desde la perspectiva del perdedor, de unos personajes desubicados que no han tenido nada fácil su existencia desde que llegaron a México y ese sentimiento de perdida de una vida se transmite en la obra de forma admirable. De ahí que todos los personajes sean muy poliédricos, porque la pena se lleva en el alma. Ha escogido Conejero un lugar abrupto y desértico como escenario principal. A las puertas del desierto revisan una vida llena de desamor y tristeza, donde todos los personajes buscan su lugar y el amor en la vida sin encontrarlo.
No es una comedia de enredo, pero algo de eso tiene. Los amores no son correspondidos y los personajes aman, pero sin éxito. Algo que refleja bien el título de la obra, extraído de una canción de la siempre sobrevalorada Chavela Vargas, “Paloma negra”. De ahí que muchas de las escenas de la obra comiencen con la notas de un triste y lánguido piano que ejecuta de manera solvente José Bustos, que da vida a José Lázaro. Un actor lleno de registros y que sabe dar el tono necesario que el personaje necesita.
Completan el elenco, José Troncoso en el papel de Tomás, amigo de Lázaro, que ama sin ser correspondido a Manuela, sirvienta de la casa de Ana María. Papel que ejecuta con un halo de misterio y al que da una gracia especial, sobre todo en escenas donde el tequila o el mezcal están presentes. La novia del protagonista, Juana, interpretado por Yaiza Marcos, es el más complejo de todos. Esta joven que escribe relatos en el idioma nahual tiene una fuerza sobrecogedora. La actriz madrileña imprime a su personaje el aroma de la perdedora predestinada por el destino, con una vida compleja, cada día más se irá descomponiendo por un amor no correspondido y trágico.
Con un escenario escueto y despojado de elementos –solo un piano, unas sillas y unos cactus del desierto, Conejero fija la atención en los actores y en el texto. Cosa que hace con eficacia y pasión. La que transmite el texto y la fuerza dramática de los actores que saben estar en su sitio y saben dar un pulso firme al nervio narrativo y dramático de la triste vida de unos exiliados que en muchos momentos se siente apátridas. Personajes fuera de lugar que siguen luchando por encontrar su sitio y su destino. Estamos ante una obra reveladora y oportuna sobre unos pasajes de nuestra historia que se están olvidando por desgracia
Nacido en Jaén en 1978, Alberto Conejero es dramaturgo, director teatral y poeta, además de traductor y adaptador de textos clásicos. Entre sus obras más destacadas, Húngaros, por el que recibió el Premio Nacional de Teatro Universitario 2000; Cliff, Premio LAM-SGAE 200), Ushuaia, por el que obtuvo el Premio Ricardo López Aranda 2013; La piedra oscura, galardonado con el Premio Max 2016 a la Mejor creación original; Todas las noches de un día, Premio Asociación de Autores de Teatro 2016, Los días de la nieve, Premio Lorca al Mejor Autor 2018; La geometría del trigo, Premio Nacional de Literatura Dramática 2019.
Paloma negra (Tragicomedia del desierto)
Estreno absoluto
País: España
Idioma: Español
Duración: 1h 20’ (sin intermedio)
Elenco: José Bustos, Yaiza Marcos, Zaira Montes, José Troncoso, Consuelo Trujillo y Juan Vinuesa.
Dramaturgia y dirección: Alberto Conejero
Ayudante de dirección: Alicia Rodríguez
Diseño de iluminación: David Picazo
Espacio escénico, vestuario y atrezzo: Alessio Meloni
Realización escenografía: Miguel Delgado/PREVEE
Ayudante de vestuario y confección: Paula Fecker
Ambientación vestuario: María Calderón
Música Original: Mariano Marín
Producción Ejecutiva: Kike Gómez
Una coproducción de: Teatro del Acantilado y Teatros del Canal con la colaboración de La Estampida. Con la colaboración del programa Leonardo BBVA a Investigadores y Creadores Culturales 2019