"El conquistador": José Luis Corral narra la vida del rey imprescindible para comprender la España contemporánea

La maestría narrativa que caracteriza al señor Corral la vi en su anterior libro Batallador en concreto página 156. Yo leyendo leyendo y de algo me sonaba hasta que me acordé: Juego de Tronos temporada 1 episodio 3. No aparece en los libros. Que ya que te pones a plagiar, maestro de la novela histórica española, plagia del libro y no de la serie, que la serie la ve todo el mundo. En fin, a comparar.... https://youtu.be/zAZwLiFZ8xo?t=10 -Decidme, don Bernardo, ¿recordáis el rostro del primer hombre al que matasteis? -Por supuesto, señor conde, ¿cómo olvidarlo? -¿Puedo saber quién fue? -Un sarraceno, supongo. Sucedió en la batalla de Alcoraz, contando yo con veinticinco años. Nunca conocí su nombre. Tenía el rostro enloquecido y sus ojos llameaban. Salpicaba sangre, mugre y sudor. Su expresión feroz se tornó en amarga sorpresa cuando comprendió que la muerte se lo llevaba. -¿Cómo lo hicisteis? -Nos lanzamos a la carga en el llano de Alcoraz, junto a la ciudad de Huesca. Cuando lo divisé, aquel mal nacido estaba a punto de asestar un golpe mortal a uno de los nuestros. Pero en el último instante, apreté mi lanza bajo mi brazo y la ensarté con toda violencia en su torso, perforando la cota de malla, la carne, los tejidos y los huesos; lo atravesé del pecho a la espalda, a la altura del corazón. Fue muy rápido. Tuve suerte, y él también, supongo, pues murió al instante sin sentir más dolor que el del golpe. Pude ver cómo su vida se apagaba en un momento, pero nada sentí. -Cruenta historia, don Bernardo. -Solo es una de tantas -señalé mostrando indiferencia, al tiempo que volvía a llenarme la copa-. ¿Puedo preguntaros por vuestro primer muerto, señor conde? Don Gómez González izó el brazo, como si brindara. -Mi primer muerto fue un almorávide, en una algarada en la frontera del Tajo. Todavía no he olvidado el vocerío que lanzaban aquellos diablos a orillas del río. Fue un combate breve pero sangriento. Mi víctima, un joven de dieciséis o diecisiete años a lo sumo, iba a pie chapoteando por el barro, gritando como un loco, consternado por el horror del miedo a la batalla. Cegado por la desesperación, aquel necio vino corriendo hacia mí creyendo que podría acabar conmigo con un solo golpe de su sable. Lo derribé con mi caballo y, al tropezar, el joven se quebró una pierna quedando indefenso. Desmonté de mi caballo de guerra y lo inmovilicé hincando mis rodillas en su pecho. El joven, aterrado, empezó a gritar: «¡No lo hagáis! ¡No lo hagas! ¡Piedad!». -El conde hizo una pausa y prorrumpió en carcajadas. Luego, endureció las facciones-. Todavía puedo escuchar en mis oídos la reverberación de aquellas palabras suplicando clemencia. Pero, como vos, tampoco sentí nada. Ni entonces ni ahora. Nunca te dicen que los que están a punto de morir se cagan encima por el miedo, ¿verdad? Tampoco se menciona en las canciones. Estúpido joven, estúpido fanático almorávide…, no atendí a sus súplicas y le atravesé un ojo con mi puñal para que dejara de chillar como un puerco....