En el año 267 una hermosa joven llamada Zenobia se convirtió en soberana de la fabulosa ciudad de Palmira, en el desierto de la provincia romana de Siria. Tras el asesinato de su esposo Odenato, Zenobia hizo de Palmira el centro de un nuevo reino que dominó las tierras ubicadas entre el Mediterráneo y Mesopotamia. Durante cinco años su sueño imperial fue posible y Zenobia, dotada de una belleza legendaria y de una capacidad de gobierno encomiable, se independizó del Imperio romano, reinó sobre Asia occidental, conquistó Egipto, fue aclamada como la nueva Cleopatra y mantuvo a raya al Imperio persa.
En el año 272, Aureliano, emperador de Roma, se enfrentó al ejército de Palmira después de que Zenobia se atreviera a proclamar su independencia del Imperio romano. Derrotada y presa la reina Zenobia y conquistada Palmira, el Imperio romano recuperó la gloria de los tiempos de los grandes césares y todavía sobreviviría un par de siglos, a veces inmerso en períodos de lenta agonía. El fin de Zenobia sigue siendo un controvertido enigma.
La prisionera de Roma es una gran novela histórica centrada en la historia de la reina Zenobia de Palmira, la cual, pese a todos los años que han pasado desde su auge, parece revivir en esta historia junto con sus sueños, ideales de progreso, modernidad e independencia, sentimientos y pasiones, los cuales le hicieron llegar a ocupar un lugar en la Historia. Las distintas etapas de su vida desfilan en las páginas de este libro y vemos cómo todos los hechos vividos la fueron curtiendo y haciendo de ella una mujer fuerte que, pese a su derrota, supo seguir adelante y cambiar radicalmente de modo de vida según las circunstancias que la rodeaban.
La acción encuentra en esta novela un lugar privilegiado ya que el Imperio Romano siempre ha sido muy belicoso y los enfrentamientos superan con creces los pactos o cualquier otro tema de interés político; el comercio es fundamental pero ocupa un lugar bastante secundario frente a los enfrentamientos en el limes del Danubio o las múltiples rebeliones que se sucedían con las muertes de los emperadores y que desangraban a Roma en luchas intestinas en las que el más dotado para la guerra y con un número importante de seguidores terminaba triunfando, por lo que la actividad militar era, desgraciadamente, lo único en lo que podían destacar los césares.
La ciudad de Palmira juega también un lugar privilegiado en la novela. Su grandeza, era debida a que se encontraba de paso para las transacciones entre romanos y persas, las cuales la han engrandecido, convirtiéndola en una de las más grandes ciudades de aquella época. La doble visión que obtenemos de Palmira como una ciudad victoriosa y grande y, posteriormente, de una ciudad derrotada y desgarrada por la guerra es otro de los puntos fuertes del libro. Pero los bellos atardeceres de la ciudad de las palmeras seguirán siendo igual de magníficos.
En definitiva, una novela llena de precisión histórica, como en José Luis Corral suele ser habitual, y maestría que nos revela la vida de Zenobia, la mujer que luchó por convertir a la ciudad de Palmira en la capital de todo un imperio.
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