Hace unos años, creó a una sólida inspectora de nombre Martina de Santo, con ella publicó seis novelas y en alguna aparecía el extraordinario detective privado Florián Falomir, que tenía en su haber muchas ocupaciones, entre ellas la de espía del CNI en alguna embajada. Además, este peculiar detective sabe más de literatura que el que esto escribe. De hecho, Falomir tiene publicada una tesis doctoral sobre el escritor uruguayo Juan Carlos Onetti.
Juan Bolea es tan moderno que copia a las series de televisión de fama y lo hace con acierto. Por eso, se sacó del magín un spin-off de la serie de Martina de Santo y ya son dos novelas las que ha publicado con nuestro amigo Flo Falomir. Quizá estás dos novelas que protagoniza nuestro singular detective sean las más agudas y divertidas de la producción del escritor maño de adopción. Me estoy refiriendo a “Los viejos seductores siempre mienten” y esta última “Sangre de liebre”. Juan se ha convertido en el Enrique Jardiel Poncela de la novela negra española.
La trama de su última novela no deja de sorprendernos en ningún momento. Los giros son espectaculares, ya que lleva al lector por donde quiere casi sin darnos cuenta hasta conseguir un final espectacular que nos deja sin aliento. Parecido a lo que la gran Agatha Christie solía hacer en sus mejores novelas. Sólo que Bolea nos va dejando muchas más pistas que la escritora británica.
Juan Bolea se ha convertido en el Enrique Jardiel Poncela de la novela negra española
Florián Falomir ha conseguido con tan sólo dos novelas que sintamos que ya forma parte de nuestra familia literaria. Sigue igual que siempre, gourmet excesivo, bebedor impenitente, putero –perdonen el término- colosal, ingenioso detective y mal novio, y peor esposo. Sabemos que colecciona divorcios y que su noviazgo con la invidente Ana María podría cambiar su forma de comportarse. Lamentablemente, no es así. Y sufre una primera crisis que le llevará a una posible ruptura…
Juan Bolea suele utilizar en sus novelas de Falomir dos tipos de escenarios. Por una parte, tenemos un entorno metropolitano, concretamente del centro de Zaragoza donde reside, trabaja, come y se divierte nuestro protagonista. Allí, interactúa con una fauna de sujetos a cada cual más estrambótico e insólito. Ni que decir tiene que por los locales por los que se mueve Flo no son los habituales para la gente de bien, ya que son los individuos pertenecientes al lumpen más rastrero los que deambulan por dichos lugares y por las páginas del libro, a sus anchas.
Por otra parte, Falomir, por su trabajo, siempre tiene clientes de la alta sociedad aragonesa que suele tener lujosas posesiones en alguna de las poblaciones más o menos cercanas a Zaragoza. Es en una de ellas es donde se precipitan los acontecimientos de “Sangre de liebre”, el título ya nos da una pista de por donde se va a desarrollar la trama de la novela, que en está ocasión, y como marca de la casa, es realmente original y sorprendente.
Ni que decir tiene que Falomir no busca los problemas, los encuentra sin más. En esta ocasión, de modo accidental, cuando un cliente llamado Lu Sangara -un supuesto artista del pincel-, le contrata para recuperar un extraordinario reloj. Encontrarlo, lo encuentra, pero lo que no se podría imaginar es lo que le acarrearía. Sangara es un mentiroso compulsivo y durante un tiempo hace que la vida de Flo cambie, para mal, claro está. A partir de ese momento, la trama se complica, los sucesos desfilan a velocidad de vértigo y en medio de la vorágine Falomir se siente desbordado.
Juan Bolea es poseedor de un verbo grácil y al mismo tiempo erudito. Son muchas sus referencias al mundo literario, al igual que al policiaco. Sus paradojas, sus metáforas están presentes a lo largo de toda la novela y, sobre todo, el humor. El escritor es un maestro de la ironía, de la parodia y de la sorna. Ya estoy esperando su nueva entrega, espero por su bien que continúe con la saga. Falomir se lo merece.
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