Han tenido que pasar casi tres años para que viese la luz la continuación de la saga de los Anglada. “Las dos novelas son un recorrido sobre la historia del siglo XX protagonizado por esta familia”, nos dice la escritora nada más comenzar la entrevista en la sede madrileña de su editorial. Dos novelas que se pergeñaron como una sola obra. “Es una única historia pero al ver que me salía demasiado larga, decidí dividirla en dos partes”, confiesa la autora. Cuando comenzó a escribir “Cuando estábamos vivos”, Mercedes de Vega ya tenía en mente toda la saga familiar que quería contar. “De alguna manera es un homenaje a mi padre. Tomás Anglada es el alter ego de mi padre, que vivió en el orfanato que describe la novela después de la Guerra Civil. Otro hecho real es la muerte de mi abuela. De estos dos hechos reales he montado toda la historia. He partido de ellos para montar una ficción. Los escritores ficcionamos la realidad para formar parte de esa ficción. Yo escribí la novela para relatarme a mi misma, para formar parte de lo contado”, explica de manera clara y contundente la escritora madrileña. Mercedes escribió la primera entrega de esta bilogía sabiendo de antemano que ocurrirá en esta nueva narración, pero al terminar el primer libro decidió dar un descanso a la familia Anglada. “Durante estos tres años, he escrito otra novela que no tiene nada que ver con esta saga. Es una novela sobre una psiquiatra que vive en Montreal”, nos adelanta la escritora sobre su novela “El largo sueño de Laura Cohen” y que todavía está guardada en un cajón esperando el momento propicio para darla los últimos retoques”. “Tardé año y medio en escribir la historia de esa psiquiatra canadiense, y otro año y medio en terminar Todas las familias felices”, explica Mercedes de Vega con un tono de voz desbordante y lleno de pasión, algo que transmiten también en sus libros. “Comencé escribiendo relatos, con los que conseguí varios premios, posteriormente publiqué un libro de relatos hasta que de forma natural me fui pasando a la novela”, apunta juiciosa. En ese año y medio que ha tardado en dar a la imprenta su nueva novela, ha tenido tiempo de confeccionar una obra más madura y reflexiva. “Creo que en Todas las familias felices no hay nada escrito al azar, no queda nada suelto y todo esta milimétricamente conectado para que todo encaje a la perfección. No quería que hubiese nada superfluo. Es un trabajo muy duro pero quería que cada página fuese importante y que obedeciese a un por qué”, expone con tono dulce pero convincente en sus razonamientos. “La novela está escrita con mucha pasión”, asevera Mercedes de Vega y agrega “me apetecía mucho continuar la historia y completarla. En la vida, todo tiene su momento. No se puede ir con prisas hay que seguir lo que van dictando las circunstancias”. Reconoce que ha tenido “libertad total para escribir la continuación”. Algo que esperaban muchísimos lectores que se quedaron enganchados a la historia de los Anglada. El hospicio donde vivió Tomás Anglada es totalmente real y estuvo ubicado entre el barrio de la Prosperidad y Arturo Soria, una zona que tenía muchos chalecitos. La institución -en la ficción- estuvo financiada por una filántropa Lucía Oriol. Las ubicaciones de la novela son muy importantes para el desarrollo de la misma. Toman un protagonismo casi personal, recreando una ciudad ya perdida y olvidada debido al crecimiento exagerado de los planes de urbanización. Para la autora, “Los lugares están estrechamente ligados a las personas, no se pueden separar, son el alma de la historia que se cuenta. Madrid es mi impulso vital para escribir”. “Las novelas tienen siempre que hablar de conflictos”Para la escritora madrileña, “se escribe porque se tiene necesidad de contar cosas. Yo nunca he tenido el síndrome de la hoja en blanco. Siempre que me siento a escribir, todo fluye de manera inmediata”, reconoce. No la hace falta tener la escaleta cerrada de la historia para saber lo que tiene que contar. “Yo empiezo y va saliendo todo por eso los protagonistas a veces los tengo que sujetar. Se me desbocan”, puntualiza.
En la novela nos encontraremos una serie de acontecimientos que están relacionados por la repetición de las fechas. “Me encanta la numerología, los símbolos y la cábala. Eso no quiere decir que la novela sea cabalística pero sí que las fechas sean significativas. Son hilos que no se ven pero que están conectados. Es como decir que las casualidades no existen que todo tiene un por qué”, expone en tono enigmático con una sonrisa misteriosa en la cara. “Los humanos siempre estamos buscando algo. Las desapariciones de la novela tienen que ver precisamente con eso, con nuestro afán de búsqueda. Son muy narrativas”, explica de manera inteligente. Eso hace que busque antagonismos en su narrativa. “No todas las personas reaccionan de la misma forma ante un mismo hecho. Los hijos suelen ser los antagonistas de sus padres”, sugiere con acierto. Para Mercedes de Vega, “las novelas tienen siempre que hablar de conflictos”, afirma rotunda. En “Todas las familias felices” hay muchos conflictos que juegan con los orígenes de los protagonistas y con su historia. La gusta experimentar con la épica de la historia. Quizá por eso, a la hora de escribir, lo hizo contando primero la historia de los años 70 y después la de la actualidad. “A la hora de montar la novela fue cuando las fui intercalando”, nos desvela en tono confidencial. Y para terminar, nos vuelve a hacer una revelación sobre su modo de escribir: “yo quiero derribar tópicos”. Y, desde luego que lo consigue. Nos ha regalado una gran novela. Las cuentas están saldadas. Puedes comprar el libro:
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