La novela, a la que la autora madrileña le cuesta definir como histórica, abarca todo el periodo de la Segunda República hasta el inicio de la Guerra Civil. “Es una historia de amor adúltero entre una aristócrata casada y un empresario viudo con el marco de la ciudad de Madrid”, explica Mercedes de Vega en un encuentro con periodistas en el Casino de Madrid, uno de los escenarios de la novela, cercano al Círculo de Bellas Artes, donde comienza la novela y a la Gran Vía, aunque no son los únicos escenarios de esta apasionante novela, ya que los nuevos barrios que se construyeron en los años treinta aparecen en las páginas de “Cuando estábamos vivos”, como Ciudad Lineal o Prosperidad.
Acompaña en este encuentro a Mercedes de Vega el editor Alberto Marcos, quien señala que “cada vez tenemos más dificultad para descubrir voces nuevas que merezcan la pena”. Por eso, encontrar a una escritora arriesgada como Mercedes es un lujo, ya que su literatura parece salida de las entrañas y es profundamente original. “Sus personajes se mueven por pasiones”, añade el escritor y editor. Igual que a la escritora, es la pasión lo que les mueve.
El libro que acaba de ponerse hoy mismo a la venta sale con 16.000 ejemplares y ha sido tal la aceptación por parte de los libreros que han tenido que hacer, antes de ponerlo a la venta, una reimpresión de 3.000 ejemplares, algo inusitado para los tiempos que corren. El tiempo histórico en que se desarrolla no ha sido muy tratado por la literatura. Si se han escrito muchas novelas sobre la Guerra Civil, el periodo de la Segunda República ha sido poco tratado, lo cual es un reclamo más para que la novela tenga un atractivo extra.
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Cuando estábamos vivos” es la segunda novela de
Mercedes de Vega. La anterior, “El profesor de inglés”, es una novela corta, alejada de la que se acaba de poner a la venta; también ha escrito un libro de relatos y algún que otro en diversas antologías. “Ésta es la primera vez que salgo a exponerme, mis otras obras han sido publicadas en editoriales pequeñas”, señala.
“Lo que cuento en la novela, necesitaba contarlo. He escrito lo que mi alma me ha dictado. Es un libro que he escrito desde dentro y que he querido escribir para mí”, se confiesa. Y todo ha partido desde una investigación genealógica de mi familia. Algo que necesitaba contar sobre la vida de su familia, pero también sobre el comportamiento humano y colectivo de un país cainita.
Mercedes de Vega es socióloga, ha vivido en Estados Unidos y Barcelona, además de Madrid y ha trabajado en una conocida empresa de demoscopia. Es por lo tanto una experta en interpretar encuestas de tipo político. Sin embargo, necesitaba algo más que el trabajo para sentirse bien, de ahí que empezase una investigación sobre los ancestros de sus padres. “Mi padre no solía contar mucho sobre su experiencia durante la guerra”, recuerda. Había muchos silencios en él. Como muchos españoles, recubría su historia personal de silencio y no quería recordar unas experiencias trágicas y dolorosas.
Sin embargo, la escritora madrileña sí necesitaba entender su pasado y para hacerlo necesitaba comprender a sus familiares, sus comportamientos, sus sentimientos, sus experiencias. “Ahí, donde no llegan los recuerdos, llega la imaginación”, puntualiza. Lo que no ha podido averiguar de la vida de sus familiares, lo ha tenido que inventar, ha ficcionado una historia posible.
Además de una historia apasionante, ha querido retratar la historia de una época y la historia del proyecto urbanístico del ensanche de Madrid. La creación de nuevos barrios que ahora forman parte de la columna vertebral de Madrid y la historia de los sanatorios. Algunos de estos sanatorios de sangre se ubicaron durante la guerra en conocidos hoteles o edificios emblemáticos de la capital española.
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Cuando estábamos vivos” puede que tenga una segunda parte y termine de contar la historia de su familia una vez se haya exiliado en Italia. Discurriría entre los años sesenta y 2005. De hecho, esta primera novela comienza en 1995, cuando Lucía Oriol recuerda su pasado, sus vivencias. La novela tiene un prólogo y un epílogo escritos en primera persona, la voz de la anciana Lucía. El resto lo cuenta un narrador omnisciente que pone en orden la trama de la novela.
“Lucía vive el adulterio como un regalo, lo vive con libertad absoluta dentro del conservadurismo de su clase social”, describe la novelista. Una persona adelantada a su época que termina exiliada en la ciudad eterna. La novela le ha servido a Mercedes de Vega para “descubrir cosas que me han ayudado a entenderme un poco mejor. He encontrado cierta paz y cierta tranquilidad en ella. He querido escribir la novela para mí, sin importarme que dirán o pensarán mis familiares”, sentencia.
Sin embargo, ha descubierto gracias a su novela a familiares que no conocía y también “me he conocido un poco más”, concluye. La novela es un recorrido por un Madrid casi olvidado que ha ido cambiado su fisionomía, todo escrito desde la nostalgia y la reconciliación. No ha querido saldar cuentas, lo que ha querido es mostrar unos hechos, en cierta forma insólitos, y una ciudad distinta. Barrios como los de Pintor Rosales desde donde se observaba la guerra que acontecía en la Casa de Campo. Mostrar hospitales donde se desarrollaron batallas como en el Clínico, donde se llegó a luchar habitación a habitación. Mostrar un Madrid desecho por una guerra fratricida donde ocurrieron dramas personales pero también vivencias únicas. Todo ello con una pluma ágil y personal que nos dará más sorpresas en el futuro.
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