"Conspìración en Madrid" es una novela en la que se desvelan hechos apenas divulgados en torno a la historia oculta de los duques de Windsor en su paso por el Madrid de los años 40. Pero también se dan cita la intriga, el espionaje, la amistad y el amor, en el marco de un relato apasionante y adictivo. La historia de una conspiración que hubiera podido cambiar la historia de Europa.
¿Qué es lo que más le atrajo de la relación entre Eduardo y Wallis Simpson?
Existe una profunda contradicción entre la versión romántica y excesivamente edulcorada con la que habitualmente se ha presentado su relación, y la realidad. Eduardo siempre fue un heredero controvertido y tal vez por eso ampliamente popular. Durante su breve reinado sus simpatías por los regímenes totalitarios de Alemania e Italia representaron una amenaza para el Gobierno británico, de por sí alarmado por la excesiva influencia de Wallis sobre el carácter de débil del monarca. En el momento de la abdicación no fue el amor el que se impuso, sino la razón de Estado. El primer ministro Baldwin respiró aliviado.
¿Por qué su estancia en la península ibérica en el verano de 1940 pudo ser tan decisiva para el curso de la Segunda Guerra Mundial?
La relación personal de Eduardo con Hitler no era hostil, por el contrario ambos se tenían mutua simpatía y encarnaban ciertos planteamientos políticos afines. Hitler todavía no había iniciado su ofensiva a gran escala contra Gran Bretaña y esperaba un gesto que permitiera una paz negociada. No le animaba, desde luego, un supuesto pacifismo, sino un interés calculado. Con Francia derrotada y en paz con el Reino Unido, Alemania hubiera acometido sin problemas su gran objetivo estratégico: el frente oriental y la derrota soviética.
¿Hasta dónde estaba dispuesta a llegar a Alemania, con la complicidad de España, para lograr ese objetivo?
Alemania intentó todas las vías: la diplomática, la económica e incluso el secuestro. Obviamente, necesitó de un país en apariencia no beligerante como España para acceder a Eduardo sin despertar sospechas. Su intención última era que el antiguo rey encabezara una facción británica partidaria del armisticio, como ya había ocurrido con Francia. En la política británica existían poderosos sectores que no hubiesen visto con malos ojos esa posibilidad a cambio de salvaguardar los privilegios y las posesiones británicas de ultramar. La tenacidad de Churchill en su oposición al nazismo hizo inviable esa falsa paz.
¿Qué papel jugó Franco en ese pulso entre ambas potencias?
Un papel decisivo. España se plegó totalmente a la mediación que solicitó Alemania. Es más, se comprometió de un modo activo ignorando su condición de país no beligerante. El más decidido defensor de la conspiración fue su cuñado Ramón Serrano Suñer y Miguel Primo de Rivera, entonces Gobernador Civil de Madrid y amigo personal de Eduardo.
Durante los días que los duques permanecieron en Madrid y posteriormente en Lisboa, Serrano Suñer intentó hasta el último momento retenerles en la península, se les ofreció una sustanciosa cantidad de dinero en francos suizos e incluso se puso a su disposición el palacio del Rey Moro de Ronda como residencia oficial.
Esta apasionante historia real usted la relata como novela e introduce personajes de ficción. ¿Por qué eligió este recurso literario y no el ensayo como en otras publicaciones suyas anteriores?
Me pareció que la historia del complot contra los duques de Windsor era una oportunidad magnífica para retratar también el Madrid de los primeros meses de la posguerra. Una ciudad en ruinas que apenas se había recuperado de tres años de asedio servía como escenario de la última derrota del que había sido el monarca más poderoso del mundo. Resultaba una paradoja muy tentadora.
Introduzco personajes de ficción para retratar ese otro Madrid que buscaba sobrevivir al margen del escenario internacional, la guerra en Europa y la miseria de ese tiempo. Roberto y Raquel, los dos personajes que se cruzan sin pretenderlo con la historia real de los duques de Windsor, creo que son la historia más real de todas. Representan el Madrid auténtico, el Madrid que Eduardo y Wallis nunca vieron ni quisieron conocer.
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