Francia, 20 de junio de 1940. El ejército había sucumbido en pocas semanas arrollado por la superioridad militar germana. La derrota impuso el caos y la humillación. Las carreteras se llenaron de refugiados y de militares desmovilizados.
A consecuencia de ese éxodo, España acogió de forma inadvertida a los dos personajes de mayor relevancia histórica que entraban en el país desde el final de la Guerra Civil: los Duques de Windsor. El ex rey de Inglaterra que lo dejó todo, incluida su corona, por el amor de una mujer divorciada dos veces, plebeya y norteamericana; la siempre enigmática Wallis Simpson.
Una vez en Madrid, Eduardo y Wallis mantuvieron durante semanas una ambigüedad que alentó los intentos germanos de utilizar al antiguo monarca como artífice de una paz negociada entre ambos países. Hitler en persona autorizó desde Berlín la “Operación Willi”, orientada a ganarse la confianza de Eduardo o, en caso contrario, secuestrarle y retenerle en la península.
Esta operación contó con el apoyo y la mediación del Gobierno español a través del entonces ministro de Gobernación, Ramón Serrano Suñer, quien se sirvió de dos hombres de su máxima confianza para presionar a los duques: Miguel Primo de Rivera y Ángel Alcázar de Velasco.
La prensa, siguiendo instrucciones oficiales, recibió con suma discreción la visita ducal, mientras que los historiadores apenas han prestado atención a los cruciales días del verano de 1940 en los que, con el mismo sigilo, la intriga y el espionaje libraron una batalla decisiva.
Los servicios de inteligencia de ambos países fueron plenamente conscientes de la trascendencia de los sucesos que, primero en Madrid y luego en Lisboa, pudieron invertir el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial. El primer ministro Winston Churchill no dudó en considerar la pasividad de Eduardo como una seria amenaza para los intereses de Gran Bretaña. Y por esa misma razón, Hitler envió a la península al más brillante de sus agentes de inteligencia, Walter Schellenberg.
El episodio de los duques de Windsor durante su estancia en España constituye todavía un extraño vacío en el relato biográfico de Eduardo, ocultado intencionadamente por el Gobierno británico durante décadas a fin de no evidenciar los contactos de su antiguo rey con el nacional-socialismo.
En esta novela trepidante se narran las cinco semanas que los Duques permanecieron en España y Portugal, su vida ajena al ritmo sangriento de la hecatombe europea y la intensa vida social que hacía honor a la frivolidad que siempre se asociaba a la pareja.
Una serie de personajes secundarios trazan el cuadro completo de una ciudad, Madrid, abatida por la Guerra Civil y los años de asedio. En medio de la conspiración de una élite, Roberto Luque y Raquel Leza asisten al derrumbe de su propia historia personal. Ambos aportan desde la ficción una realidad que permite ver todas las luces y sombras que hacían de la capital un escenario propicio para la intriga, las falsas lealtades y la rivalidad política. La vida, en definitiva, en una ciudad que a pesar del fin de la guerra no había conocido la paz.
Con una minuciosa documentación de los hechos, Javier Juárez elabora una novela en la que se desvelan hechos históricos trascendentales apenas divulgados, pero también se dan cita la intriga, el espionaje, la amistad y el amor, en el marco de un relato apasionante y adictivo.
Como el propio protagonista de la novela describe, el lector experimentará que “Guarda estas hojas con el único propósito de confirmar algún día, cuando la memoria flaquee, que existió esa tarde lluviosa, un Madrid vacío y la confesión de que alguien se marchó”.
Javier Juárez es periodista y escritor. “Conspiración en Madrid” es su séptima obra, centrada como las anteriores en la divulgación histórica y en la investigación de hechos relevantes del siglo XX. Fue el primer autor que investigó la actividad del espía Juan Pujol, alias “Garbo” (“Juan Pujol, el espía que derrotó a Hitler”), y de la coronel española del KGB, África de las Heras (“Patria, una española en el KGB”). Escribió también un minucioso estudio sobre la acogida en España a decenas de nazis y colaboracionistas tras el final de la Segunda Guerra Mundial (“La Guarida del Lobo”) En el ámbito de las biografías, describió la apasionante vida del músico y militar Gustavo Durán (“Comandante Durán”), así como del aventurero español Alfonso Graña, conocido en el Amazonas como el rey de los jíbaros (“A diez días del paraíso”) Sin alejarse de la veracidad histórica en esta obra combina por primera vez realidad y ficción en un relato fascinante que confirma el grado de compromiso del régimen franquista con la Alemania nazi.
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