La novela es, ante todo un homenaje a Pérez Galdós y a la novela del siglo XIX. Por las páginas del libro pululan tanto el escritor canario como la grandísima escritora gallega Emilia Pardo Bazán, amante de Galdós y que compartían tanto gustos artísticos como literarios. Dos cráneos privilegiados, como diría nuestro gran Valle-Inclán, además hay algún que otro cameo como el del panadero Pío Baroja, en aquella época todavía célibe, literariamente hablando, o Juan Valera y otros.
Carlos Mayoral, basándose en un crimen real ocurrido en la calle Fuencarral, pergeña una novela que bien podría haber sido escrita por el autor canario, el más leído en aquel 1888 cuando se desarrolla la novela. Galdós cubrió los sucesos del crimen y, posteriormente, el juicio, para el periódico bonaerense “La prensa”. Sin embargo, no llegó a publicar una novela sobre el popular crimen, quizá por la apatía que fue demostrando según fueron pasando los días de aquel estremecedor asesinato. Esa labor se la dejó al joven vallisoletano Melquiades Quirón, trasunto del autor. Ya que esté suplanta al protagonista para escribir la novela que él debió haber escrito.
Estamos, pues, ante una novela histórica que relata unos acontecimientos que fueron muy seguidos en aquel final de centuria que no nos deparó nada bueno. Además, de los escritores citados más arriba, por la novela discurren personalidades de la época, como el eximio primer presidente de la República Nicolás Salmerón. “Otro gallo hubiese cantado en nuestro país si le hubiesen dejado gobernar más tiempo”, diría el propio Galdós de su amigo político y filósofo.
También, Madrid se convierte en protagonista de la novela. Carlos Mayoral nos hace recorrer la ciudad, mostrándonos algunos de los lugares más emblemáticos de la ciudad y, también, nos enseña los recovecos por donde el lumpen campaba a su anchas. En estos recorridos, la novela tiene mucho de costumbristas, ya que recoge los usos y conductas de la sociedad de aquellos tiempos en todos los sectores de la sociedad.
España estaba y estaría podrida en su fruto para siempre
Refleja la novela a la perfección, la rehabilitación y fortaleza del periodismo moderno, la creación de ese cuarto poder capaz de derribar o poner gobiernos, en este caso en el Poder Judicial porque la novela es una gran crítica, no solo a la sociedad de la época, sino a un estamento corrompido casi desde su creación. En la página 346 podemos leer “España estaba y estaría podrida en su fruto para siempre”, refiriéndose a la sentencia sobre el asesinato de la calle Fuencarral. Ha pasado más de un siglo y sigue exactamente igual que entonces.
En la novela, se van alternando de manera discontinua dos narradores. Uno omnisciente que controla los tempos de la narración y otro en primera persona, cuya pluma es la del joven Melquiades. El primero es más generalista y cuenta los pormenores de la trama y de la sociedad, mientras que el segundo es más personal y se adentra en el interior, tanto de su alma como de las personas que se encuentra en su camino. Perspectiva e introspección van apareciendo cuando al escritor más le interesa.
Otro de los valores de la novela es que muestra los entresijos del juicio, algo que la ficción española no suele tratar, conocemos más cómo funciona el sistema judicial estadounidense o británico que el español. Quizá por lo anticuado e irreal del nuestro que, evidentemente, no ha sabido estar a la altura de los tiempos. Faltan novelas sobre juicios y la que se desarrolla en “Un episodio nacional”, es paradigmática de cómo se debería tratar estos hechos.
Además, la novela tiene varias historias de amor, Galdós con Pardo Bazán o Melquiades con la inteligente Laura o con la prostituida Nela. Todos amoríos que van decayendo hasta finiquitar. Como a Galdós que sus personajes terminan sus relaciones de manera fatalista. No deja de ser Melquiades un perdedor que teniéndolo todo en sus manos lo deja escapar. Todo lo contrario, hace Carlos Mayoral que ha conseguido armar una novela, que tiene mucho de metaliteraria; llena de aventuras, pasión y, sobre todo, rigurosidad. Una novela para todo aquel lector que le guste la buena literatura, con regusto del XIX. La suya no hubiese, ni mucho menos, desentonado.
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