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Vicente Valero

16/11/2024@11:11:00
Hay varias formas de reconstruir el mundo. Una de ellas es a través de la literatura como fuente de indagación, introspección y trascendencia. En este sentido, nada es ajeno a esta nueva aventura literaria de Vicente Valero. Su curiosidad, su forma de mirar, contar y acercarnos a la región italiana de la Umbría y su época de mayor esplendor: El tiempo de los lirios.

En medio del marasmo reinante, me encuentro con una noticia saludable: unos elcheros lanzan con éxito, desde Huelva, un cohete —encima, llamado Miura, en honor de la ganadería de don Eduardo—, totalmente fabricado en Teruel —esa provincia hasta hace nada quejicosa de su inexistencia—, y primero de una camada, cuyo quinto novillo está previsto que pueda situar un satélite en órbita. No sé qué dirán los animalistas, los veganos y las otras congregaciones anejas, tan susceptibles a cualquier mención taurina como devotos de los bichos en general, al punto que serían capaces de comerse a besos al alien de Ridley Scott, pero a mí, este acontecimiento —nombre del proyectil incluido—, me provoca una reconfortadora sonrisa y me suscita una pizca de patriotismo, hoy, tan desdeñado.

Aun a riesgo de que estos artículos, con tanto conmemorar decesos célebres, parecieran una sucesión de pomposas necrológicas, me había propuesto recordarles que el próximo jueves se cumplirán cien años de aquel viernes cuando, dadas ya las diez de la noche, moría en Cercedilla Joaquín Sorolla Bastida.

¿Cuándo empieza la decadencia de una persona? ¿Cuál es el motivo de la misma? ¿Son la soledad y la pobreza las consecuencias que nos llevan al abismo?, y sobre todo, ¿hay algo más significativo que ser vencido por el sol del Mediterráneo? En el fondo, quizá solo seamos una especie de dioses perdidos en un olimpo que no existe salvo en nuestra imaginación. Terca. Inaccesible. Y oscura.

Revisitar la infancia a través de la mano de la madre. Madre que nos lleva consigo al mercado, a la playa, a la escuela…, y a visitar enfermos. Esa mano que, en nuestra infancia, todo lo abarca y casi todo lo aprueba, le sirve de nexo de unión a Vicente Valero para reforzar la visión de sus vivencias en la isla de Ibiza en esos años setenta, llamados del tardo franquismo, que en una isla se encuentran como más atenuados o aletargados y, quizá, perdidos hasta que la llegada del turismo que lo alteró todo.
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Ed. Caligrama. 2023

Siguiendo el trazo y casi la armadura de su precedente Celia y las libélulas (2021), y en la misma editorial, Caligrama, Vicente Valero-Costa nos ofrece ahora, con "El secreto de Arquímedes", una nueva investigación de su curioso y simpático detective: Celia Blum; es decir, trazar una novela de supuesta intriga detectivesca cuyo núcleo central es, en realidad, una novela histórica. Pero vayamos por partes.

De tanto en tanto conviene homenajear al paisanaje y al lugar de dónde uno es. Reconforta y armoniza los desmadejados recuerdos, produce una cierta conformidad de ánimo y permite seguir tirando con un hondo y tenue optimismo. Pues bien; dos acontecimientos me lo han propiciado; el primero de ellos ha sido la publicación de mi primo Vicente Valero-Costa de una novela singular por ambiciosa —virtud que debe acompañar a la literatura o a todo cuanto aspira a serlo—; se trata de Celia y las libélulas.

Contemplar la naturaleza imbuido por el rumor que desprenden las hojas de los árboles, las flores, los riachuelos y los cantos de los pájaros. Aislarse para sentir el latido de nuestro corazón, y con él, llegar a crear algo nuevo al ritmo que esa naturaleza nos proporciona. En ese triaje de las sensaciones es donde la sensibilidad del que mira, y la destreza del pintor o el poeta, comienzan a dibujar palabras que de ninguna otra forma hubieran llegado a existir. Palabras que nacen del impulso imaginario que nos mueve hacia la cima de lo sublime o lo inalcanzable.