Se suele decir que la realidad supera a la ficción cuando nos acercamos, o nos acercan, hechos que consideramos como insólitos o no creíbles por el poder que tienen de superar con creces todas las situaciones posibles que hemos sido capaz de imaginar a lo largo de nuestra vida. Truman Capote lo sabía mejor que nadie y, quizá por eso noveló las vidas ajenas, para darles una forma más digna y literaria a la realidad que vivían.
Las ciudades no son únicamente sus edificios, puentes o ríos. Las ciudades son las personas que las habitan, sus costumbres y su forma de modelarlas. De ahí, que la esencia del tiempo que nos transmiten años después son como las brumas de universos perdidos en el tiempo. Esas fotos fijas de las ciudades y los lugares que nos presenta un joven y ya genial Truman Capote en Color Local, son eso, la oportunidad de devorar el paso del tiempo en pequeñas cápsulas donde los lugares y sus gentes son una forma de narrar la vida y el espacio que ocupan.
"Entretenimiento del bueno y conocimiento de la sociedad, crítica social y análisis sobre el mundo en que vivimos y nuestro papel en él. Supervivencia e identidad. La naturaleza racional y la sombra que se esconde en nuestro subconsciente. Todo esto es el truecrime", afirma el autor Vicente Garrido.
"Desayuno en Tiffany´s" es una delicia de novela corta. Te quedas atrapada en la historia desde el primer momento, por su frescura, porque es una obra redonda a pesar de sus cien páginas, por su manera de narrar que te transporta a los años cuarenta-cincuenta y porque tienes una imagen clara de los personajes, del apartamento, de las ambientaciones a pesar de no hacer una descripción explícita.
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El genio, a veces se convierte en un monstruo y, también, en el peor reflejo de su más nefasta versión. Eso, quizá, fue lo que llevó a Truman Capote a ser una leyenda borrosa y equivocada de sí mismo. Tan equivocada que, en ocasiones, tapó su genialidad como escritor, pues no en vano fue uno de los más destacados narradores de la literatura norteamericana del siglo XX.
En este primer libro de crónicas, el joven Truman Capote nos presenta una visión original y colorida de los lugares en los que vivió en circunstancias y épocas distintas de su vida, mostrándonos con un estilo sencillo y brillante el hondo sentido de lo que significa viajar y la autorrevelación que se produce cuando entramos en contacto con lo desconocido.
Leer los cuentos de "Relatos tempranos" es sentir el desprecio nauseabundo que sólo los tuyos te pueden proporcionar y, desde ese averno cruel y sentimental, encaramarnos a una atalaya desde la que poder divisar otro mundo. Un mundo imaginado por un niño que quiso ser escritor a los ochos años (Truman Capote); una determinación que él llevó a cabo enfrentando, a ese abandono materno y paterno, con la necesidad del reconocimiento ajeno; un reconocimiento que el escritor forjó con su inexcusable brillantez, y con la que consiguió burlar (en parte) a la crueldad del destino.
Querer ser famoso a través de la escritura. Truman Capote, anhelando desde sus primeros pasos el amor de una madre más preocupada por maridos cambiantes que por la extrema sensibilidad de un hijo, acabó llevando la desazón de no ser amado al papel en blanco. Este sentimiento de quiebra quedó reflejado ya en sus primeros escritos, cuando no era más que un niño que empezaba a dudar de su sexualidad. Algunos de estos primeros escritos son los que nos presenta ahora en español Editorial Anagrama en "Relatos tempranos".
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