Explorar la vida. Vomitarla en forma de renglones torcidos que se rebelan contra nuestra idea del mundo, y de esa felicidad que siempre hemos creído que nos sostenía. Alabar esa dicha que se nos hace presente en el recuento de unos días que ya no volverán. Ese pasado, y sus condiciones, que se vuelcan sobre nuestras experiencias vividas, y sobre los recuerdos que éstas nos producen cuando nos alejan de la verdad.