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Tintablanca

13/09/2024@18:07:49

Un encuentro emocionante con el patrimonio, la literatura de viajes y el arte de la ilustración. Esta mañana el Auditorio del Instituto Cervantes ha sido el lugar de encuentro de la presentación de la Colección Ciudades Patrimonio de la Humanidad, publicada por la Editorial Tintablanca y el Grupo Ciudades Patrimonio de la Humanidad de España. En el acto, los editores de Tintablanca, César Hernández y Manuel Mateo Pérez, y la presidenta del Grupo Ciudades Patrimonio de la Humanidad de España, Goretti Sanmartín, compartían junto a los autores e ilustradores de cada Tintablanca, y los alcaldes de las quince ciudades que ostentan el título de Ciudad Patrimonio de la Humanidad, el encanto de una colección única. Cada libro, de hecho, constituye un obra literaria y pictórica: una pequeña pieza de arte por el valor de su encuadernación, su papel y sus materiales. Un volumen exquisito que se completa cuando cada lector se sumerge en su lectura y anota sus reflexiones en las páginas blancas que aguardan tras cada capítulo.

«Cuando uno ve las tierras de los alrededores de Cáceres, comprende mejor el arte con que se construyeron la mayoría de los palacios y casas de su ciudad medieval. Las tierras están desnudas, son casi esteparias, y a pesar de las pequeñas ondulaciones y abismos, se las ve todas llanas, con una sensación de infinito muy fuerte. No es extraño por eso que los artistas y constructores que anduvieran por estos campos no pudieran imaginarse un arte con adornos superfluos».

Los editores de Tintablanca, César Hernández y Manuel Mateo Pérez, reconocen que la Colección Ciudades Patrimonio de la Humanidad constituye uno de los proyectos más ambiciosos y fascinantes de cuantos se han acometido este año en la industria editorial. Continúa el anhelo de una editorial única, que mantiene la magia de los libros de viaje, arte, literatura y cultura editados desde la creación de la marca en 2018.

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«Hay que atalayar Ávila desde los Cuatro Postes y, a partir de ahí, tratar de resolver el enigma de la ciudad desde sus múltiples identidades. La del tajo del río al pie de la escarpadura de la roca viva. La de los verracos de piedra, que campan sin estabular por calles que fueron caminos de la Vetonia céltica. La de la muralla medieval que, sin embargo, se lee como un libro de latines, con sus sillares grises y su epigrafía de lápidas romanas».