Se trata, sin duda, de uno de los mejores ajedrecistas de la historia: Anatoly Eugenevich Karpov, nacido en Zlatóust, región de Cheliábinsk (Rusia central) el 23 de mayo de 1951 (73 años), aprendió a jugar al ajedrez con 5 años con su padre Eugene Stepanovich, se perfeccionó en la escuela de Mijail Botvinnik, un genio de la estrategia y de la evaluación posicional.
En París y por aquellos días, solo ejercía de flâneur (de paseante, digamos) durante las tardes. Por la mañana, mi trabajo académico consistía en abrir surcos en el campo de la autobiografía literaria. Al mediodía francés –entendiendo por tal las doce de la mañana-, cumplía con la pausa laboral y con la sacrosanta costumbre de un demi de cerveza, o sea, de una caña a palo seco, sin tapa, para entendernos. Frente a mi lugar de trabajo, una pequeña plaza, uno de esos remansos que sirven de oasis al ciudadano, y un bistrot de los “de toda la vida”. Ese día que rememoro, me encontré a Jorge Semprún, café en mano. Cruzamos la mirada, pero la desvié rápido porque suponía que no se acordaría de nuestro encuentro en España un par de años antes. Sabía de su memoria de elefante, pero no hasta el extremo de saludarme por mi nombre. Con la curiosidad que le caracterizaba, me preguntó por mis andanzas parisinas y, al enterarse de que me movía por los territorios autobiográficos y, en concreto, por la literatura concentracionaria, me recomendó, con la pasión del gran lector que era, una novela de la que, hasta ese momento, solo conocía su título. (Recuerdo ahora su consejo literario que leí, emocionado, en mi habitación del Colegio de España, alzando la vista de vez en cuando hacia los árboles que la rodean en la Cité Universitaire: La peau et les os (La piel y los huesos,1949), la novela de Georges Hyvernaud.
Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2023
El título ya supone un a modo de descanso estético, y propicia la percepción de un ver-percibir, un sentimiento sensible. Buen prólogo –más o menos explícito- para el inicio de una aventura –todas lo son- de lectura literaria.
Autor de “La noche que Luis nos hizo hombres”
“La noche que Luis nos hizo hombres” es la última y original novela corta del escritor abulense Ángel Silvelo Gabriel. Parece que le ha cogido gusto al mundo del fútbol el autor. Cuando publicó su anterior novela “La utopía del portero”, primer premio Carlos Matallanas de novela breve; sorprendió a propios y extraños con el cambio de registro literario que emprendía.
"Víctor Ros es un personaje radicalmente positivo, que hace siempre lo correcto y que tiene por objetivo cambiar la sociedad"
Como los caballeros medievales, que se enfundaban sus armaduras, Jerónimo Tristante viste su sempiterno chaleco del siglo XIX para acudir puntual, como todos los años, a su cita con los lectores. Este año publica una nueva aventura de su detective preferido titulada La última noche de Víctor Ros, un ex policía a medio camino entre Sherlock Holmes y Gil Grissom de la serie CSI, al que parece haber hurtado la prenda. La novela ha sido publicada por la editorial Plaza & Janés.
El escritor onubense Manuel Moya ha recibido el pasado viernes el II Premio de Novela Ciudad de Estepona, con el que fue galardonado el pasado mes de octubre por su obra ‘Buitrera’. La entrega del premio ha tenido lugar durante un acto desarrollado en el Salón de Plenos del Palacio de Congresos y Exposiciones de Estepona al que han asistido el alcalde de la localidad, José María García Urbano; el presidente de la Fundación Manuel Alcántara, Antonio Pedraza; Manuel Borrás, editor de Pre-Textos; Guillermo Busutil, escritor y presidente del jurado del certamen; y Juan Marqués, escritor y crítico literario.
Ed. Edhasa, 2020
Con motivo de su reedición este año con una edición de lujo encuadernada en tapa dura, acompañada de un gran mapa desplegable, un marcapáginas y una guía de viaje que explica el largo itinerario geográfico del protagonista a lo largo de esta novela que abarca dos continentes y varias décadas, me decidí por fin a leer “ASSUR”, un éxito comercial y de la crítica desde su primera edición hace ocho años, obra del polifacético escritor gallego Francisco Narla (Lugo, 1978), autor de siete novelas hasta la fecha.
El pasado jueves 30 de enero, se celebró, por cuarto año consecutivo, en el Institut français de Madrid "La Noche de las Ideas", en el marco de su Temporada cultural “Entre Lenguas, entre Culturas”, un evento celebrado simultáneamente en 100 ciudades de más de 70 países.
La Isla de Siltolá, 2018
Leer a Juan Ramón Jiménez es siempre un grato ejercicio intelectual. Su poesía o su prosa nunca dejan indiferente a quienes se adentran en ellas. No en vano el gran escritor andaluz construyó una obra extensa y sobresaliente que en las postrimerías de su vida le hizo merecedor del premio Nobel. Una obra diversa, heterogénea, pero unida por un quehacer literario asumido como experiencia vital. Una obra singular, personalísima, como quizá la definiría el propio poeta, para cuya elaboración su autor emplea diversas formas de expresión, entre ellas el aforismo.
“Rafael Alberti es mucho más que Marinero en tierra”
Con “La nostalgia inseparable de Rafael Alberti. Oscuridad y exilio íntimo en su obra” son ya cuatro los libros que ha publicado la joven escritora y poeta madrileña Marina Casado. En esta ocasión se ha centrado en la vida y la obra del poeta gaditano Rafael Alberti al que analiza a través de sus obras pero, también, de su vida, tanto en el exilio que tuvo que vivir junto a su esposa María Teresa León como el íntimo que vivió antes y después del regreso a su tierra. Para la autora, "Rafael Alberti es mucho más que Marinero en tierra", el libro sirve para demostrarlo.
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A veces el frío de la soledad es tan inmenso que nos petrifica hasta convertirnos en estatuas de hielo. Estatuas de hielo que nos aíslan de la vida y de la realidad. La consecuencia más inmediata de esa perenne petrificación, es la emisión de señales que representan la cara oculta de la posverdad. Señales de un aislamiento desde que el sólo percibimos nuestra propia voz en un juego sempiterno de ratón enjaulado. Un ensimismamiento enfermizo como el del roedor que no para de mover la rueda en una única dirección. Cada vez más, vivimos durante más horas aislados en nuestra propia burbuja; una membrana que nos lleva a un mimetismo infantil del que somos las primeras víctimas.
Jane, impregnada por esa luz que nada más emiten los genios. Jane, espíritu libre en busca de una felicidad que, para ella, estaba hundida en una Atlántida imaginaria. Jane, como esos dioses perdidos que deambulan por el mundo sin llegar a encontrarse del todo. Así era Jane, fiel a sí misma y nómada existencial y existencialista que se lanzaba sin miedo al abismo de la vida. Vida entrecortada por la pasión y la literatura. Una pasión que, para su desdicha, devino en la dependencia del alcohol y la magia negra de Cherifa, lo que la destruyó joven, muy joven.
Reseña de la novela "Barrancos", de Pablo Matilla
Decía Dostoyevski que sucedería algo tan sublime que ahogaría todas las indignaciones y redimiría toda maldad humana…; y que solo así podría perdonarse todo, además de, incluso, llegar a justificarse todo lo que le ha acaecido a los hombres. Por otra parte, Séneca afirmaba que el tiempo remedia en no pocas ocasiones aquello cuyo arreglo no ha podido acometer la razón. Es por tanto, que ambos contendientes, el perdón y el tiempo (entreverados por la ira y el rencor) pueden llegar a ser indisolubles a la hora de abordar una solución convincente sobre el porqué de la dificultad de nuestra existencia.
Ya lo sabrán, ha muerto Peter Brook; uno de los investigadores más extraordinarios de la dramaturgia contemporánea. Nos quedan sus libros y, sobre todo, sus experiencias con actores llegados de todas partes a su parisino Centro Internacional de la Creación Teatral, donde, desde 1971, se empeñó con denodado y admirable afán en indagar una constante renovación de la expresión escénica.
Nací en el setenta y seis, ajeno a todas las calamidades que sacudían a la Argentina durante ese año, en una década oscura que acabaría, pocos años después, en una de las guerras más absurdas que conociera el Cono Sur. Precisamente ese año, sombrío y luminoso a partes iguales, dependiendo en qué lado de la cuneta estuviera parte de la sociedad, se estrenó la primera película de Rocky, la primera de una saga que, cuarenta y seis años después (quién lo diría), y casi siempre bajo la batuta del mismo actor/director, continúa incombustible a la debacle, en la brecha abierta desde entonces, aunque no fuera más que para generaciones indolentes a este tipo de historias. El público contemporáneo, bombardeado por internet incesantemente, es siempre receptiva a lo novedoso porque lo confunden con modernidad, y da igual de boca de quien venga; de un niñato haciendo payasadas en vídeos caseros, o un tipo que ya supera los setenta y hable de cuestiones en apariencia anacrónicas.
Para evitarme decepciones no suelo asistir al teatro. No es un defecto de la escena, sino un gaje de la memoria, porque el teatro, en su inmediatez, requiere, como exigió siempre su pariente, el circo, acudir con la emoción y la ingenuidad recién planchadas, tal que si fuesen la corbata o los pantalones; de otro modo, no funciona. Mientras que yo, apenas se alza el telón y atisbo el primer titubeo, comienzo a morder aquel malvado latiguillo de Eugenio D’Ors sobre el tufo de sus calcetines.
José Calvo Poyato es un escritor tremendamente prolífico. Todos los años publica uno o dos libros, tanto de género histórico como de ficción. El año pasado nos sorprendió con “La ruta infinita”, este año con “La España austera”, un ensayo histórico sobre los años cincuenta y sesenta de nuestro país. Basándose en muchos de sus recuerdos personales y en una sólida documentación histórica, el autor egabrense hace un recorrido por la España del fin de la cartilla de racionamiento hasta el inicio de nuestra democracia.
Hoy hablamos de uno de esos extraños casos en que el éxito de la obra supera al de su autor. No es una temeridad afirmar que debe ser muy complicado encontrar a alguien que no conozca ‘Alicia en el país de las maravillas’, pero seguro que no es tan sencillo encontrar personas que respondan afirmativamente al ser preguntados por Lewis Carroll. A parte de esa magna obra, Carroll escribió durante toda su vida poemas, la mayoría dedicados a un amor imposible: su Alice.
PRINCIPIO DE ORGANIZACIÓN POLÍTICA
Ya Aristóteles atisbó esta división, pero fueron Locke y, sobre todo, Montesquieu quienes plantearon esta clásica división
La división de poderes es un principio de organización política que se basa en que las distintas tareas asignadas a la autoridad pública están repartidas en órganos distintos y separados. Los tres poderes básicos de un sistema político serían el legislativo, el ejecutivo y el judicial. Ya Aristóteles atisbó esta división, pero fueron Locke y, sobre todo, Montesquieu quienes plantearon esta clásica división. El poder y las decisiones no debían concentrarse para evitar la tiranía.
La editorial ViveLibro publica dentro de la colección “Nueva Visión Poética” la opera prima de María Victoria Caro Bernal, gestora cultural que desarrolla una importante labor en el Ateneo de Madrid, organizando diferentes encuentros, jornadas y tertulias. En el ámbito de la poesía recibe en 1986 un primer premio de poesía del certamen andaluz “Antonio Machado” de Jaén, con el primer poema que escribe: “Profecía del bien intrínseco del Alma”. En 1988 edita un cuaderno de poesía, Lino Blanco, contenido en el poemario que nos ocupa.
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