Un estigma que queda para siempre
11/11/2024@16:16:00
Hay veces que hay que esperar casi toda una vida para encontrar nuestro sitio y, también, poner en el sitio adecuado a otros. Es necesario curar heridas o, al menos, mostrar las cicatrices sin complejos porque ya hemos superado aquellas etapas en las que, principalmente, otros nos hicieron sufrir. Superado es un eufemismo, porque ese estigma queda para siempre.
Como una alegoría de la sociedad, la enseñanza es un compendio de frustraciones, de muchachos que se están abriendo a la vida, pero también de profesores que se acomodan al sistema o, por el contrario, que buscan nuevos métodos y alicientes para hacerle frente a la realidad, o quizás a los sueños, siempre a los corazones.
Desde toda la vida de mis padres y abuelos, este recuerdo de amargura, esta sinrazón de encarcelar sin sentido, esta niñez callada por los años de los años, en muchas ocasiones, con pesadillas a la nocturnidad de la luz, familias y vecinos presos, parejas separadas por decisión de quien tenía el mando, todo un esfuerzo por aparentar que, en aquel entonces, no pasaba nada.
Acto I, esto es un poema. Una declaración de principios. Un biopic sin historia. Es Andalucía, es Manhattan, es Carabanchel sin barreras. Es música y es escena, es Cuento de Navidad sin serlo, es Tiny Tim, es performance, es reality show, es la sinrazón a que mi razón se hace, nace, crece y muere.
Hace años se tenía miedo. Los libros eran peligrosos porque contenían ideas. Y algunas veces era peor lo que no se había escrito.
Primo Levi. Y era como un junco que se levanta a pesar del viento en contra y de la ciénaga que lo acoge. Era como las cenizas esparcidas de los cuerpos calcinados, que forman una niebla que se mete en los ojos y nos hace llorar sin remedio. Era el olor a quemado, la delgadez de los cuerpos, el frío, la soledad, el hambre, la tortura de la inquietud de no saber qué ocurrirá luego.
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Como si el tiempo no pasara o se hubiera detenido. Como si el cerebro tuviera regresiones y la conciencia no nos dejara en paz, extenuados ante tanta política, ante tanto desmán, ante tanta inmundicia social.
El señor Scrooge es un renegón y, posiblemente, tenga úlcera de estómago. Y se despierta después de haber dormido mal porque no le gusta dormir bien, sería una traición a su espíritu despotricador. Tiene una tienda y un único empleado, demasiado bueno y demasiado pobre, el pobre.
Solamente nombrarte ya me produce dolor. Solamente pensarte, casi. Por saberte ahí, instalado en mi frágil cuerpo, aunque aún sea joven, haciendo de las tuyas, que no es otra cosa que venir a molestar.
Una mañana fallecí sin darme cuenta. No me atropelló un autobús, ni me tiré por una ventana. Tampoco tuve una enfermedad incurable en su fase final. Me ejecutaron, y con razón.
Las inquietudes de un grupo de jóvenes es indudable que hay que fomentarlas de una u otra manera. Es una cuestión social. Ellos y ellas serán los que en un futuro moverán los hilos de esta sociedad cada vez más desencantada, por no decir desalmada.
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