www.todoliteratura.es

reseña de teatro

11/03/2024@16:16:00

Estoy en el teatro para asistir a un combate. Puede ser de boxeo, o no, como dice Jesús Torres en la edición de su obra Puños de harina, (Premio Teatro Autor Exprés 2019 de la Fundación SGAE) en una nota introductoria a la edición de su obra.

De forma cotidiana Ana Mayo nos cuenta la historia de su abuela, que no se llama Carmen, pero eso no importa.

Siempre la intriga palaciega de cuál es el papel que se le asigna a una reina consorte. A un personaje influyente y, en muchos casos, manipulador, al que no siempre le salen las cosas como tenía previstas. Y, aun así, no ceja en su empeño y se hace valer con todas las astucias y las armas que tiene de su mano: el poder, la capacidad de convicción, la seducción, la altanería, saber cómo se manejan los hilos, y saber esperar para cuando sea su turno.

La belleza es un don. Y Narciso la tiene. Pero no disfruta de ella. Porque está enamorado de sí mismo y no puede complacerse.

Un pueblo como otro cualquiera. Donde todo es igual pero, después, todo es diferente. Donde los personajes, encarnados en un solo intérprete, abrirán corazones y rejas, misterios, secretos, envidias, odios, rencillas,…

Como una alegoría de la sociedad, la enseñanza es un compendio de frustraciones, de muchachos que se están abriendo a la vida, pero también de profesores que se acomodan al sistema o, por el contrario, que buscan nuevos métodos y alicientes para hacerle frente a la realidad, o quizás a los sueños, siempre a los corazones.

"Esto no es Troya, pero podría serlo". Por las guerras que siguen asolando las ciudades y las tierras de cultivo, las montañas y los mares, los territorios que pretenden invadir, la desolación de los desvalidos.

Fue un tiempo de cuchillos, de pistolas, de bombas, de encarcelamientos, de secuestros, de tiros en la nuca, de bombas indiscriminadas que cogían a quien por allí pasaba, de víctimas y de verdugos, de lágrimas, de odio, de no escucharse.

Parásitos, caricatos, peleles, que intentan sobrevivir en un mundo de oscuridad y que cercena el pensamiento. Y no digamos, la creatividad, el arte, todo aquello que, a ojos de otros, no sea productivo, no genere beneficios tangibles, contantes y sonantes.

Todos somos fronterizos, mendigos, seres de desechos, quizás. Pacientemente nos vamos amoldando a nuestro entorno, construyendo sobre nuestros propios materiales de derribo, desde los restos de óxido de nuestras relaciones.

Fue una guerra abierta de egos y maldiciones, de envidias y zancadillas, fue un error por parte de ambas actrices, fue una sofocante atmósfera, fue una lucha sin tregua, fueron dos trasatlánticos a la deriva, fue una historia más del cine americano de Los Ángeles, cuando los ángeles se convirtieron en demonias de sí mismas.

Conocí a Pepe Viyuela allá por el año 1990, (aunque él no se acuerda, lógicamente), cuando se crearon las televisiones privadas y yo hice una pequeñas intervenciones en el programa de Emilio Aragón, Vip Noche (mi participación era de unos 45 segundos, nada menos). Él ya se las venteaba como gran cómico, como excelente payaso y, posteriormente, nos ha demostrado que también es un gran intérprete de lo cómico y lo dramático, que es capaz de afrontar cualquier personaje y cualquier texto, y en cualquier medio, teatro, cine, televisión, actor de doblaje, y hasta en docudrama y también como escritor y poeta.

Como si el tiempo no pasara o se hubiera detenido. Como si el cerebro tuviera regresiones y la conciencia no nos dejara en paz, extenuados ante tanta política, ante tanto desmán, ante tanta inmundicia social.

El tiempo y la posibilidad de rememorar el presente a través del pasado. Ese presente pluscuamperfecto que, al atraerlo hacia nosotros mucho tiempo después, se nos muestra más benigno y menos belicoso. ¡Ay, los recuerdos y su matiz caprichoso! ¿Para qué amargarnos con lo que fuimos si no hemos sido capaces de llegar a ser todo lo que deseamos? La distancia entre pensamiento y realidad siempre es trágica, por imperfecta e inabarcable. Sin embargo, en manos de Chéjov es tragicómica.

Guardamos en el olvido aquello que nos resulta escabroso, violento, roto, punzante, doloroso, amarillento. Esas acciones con las que cada día nos ilustran los telediarios sobre asesinatos, violaciones, secuestros,… y más cuando son perpetrados por menores de edad, por púberes, aparentemente, sin conciencia, por madres que rechazan a sus hijos, por padres que fuerzan a sus hijas. Terrible.