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reseña de teatro

No hay distancia entre ayer y hoy en la zarzuela
25/08/2024@20:20:00

No hay distancia en este pasado donde nuestras madres y abuelas oían, y cantaban, las zarzuelas más reconocibles y famosas. Y eran muchas. Formaban parte de su cotidiano vivir diario y no tenían reparos a que se les escuchase cantar a través de las ventanas abiertas mientras hacían la comida o arreglaban la casa, porque así era.

Un desgarro, un lamento, un quejío

Me queda la pena negra más grande, el asombro de la vida y la expectativa de la muerte. Desnudo de memorias y esencias los personajes se convierten en incertidumbre, en mitos, en fracasos, en esperanzas, en mañana.

Palabras. Palabras, palabras, palabras abiertas al desenfreno, a la observación, al chascarrillo y al chiste directamente, palabras de sardónica crítica, de nuestra sociedad, de nosotros mismos, de ellos mismos.

Ahí está el mar. Lo tengo enfrente. Y el horizonte cerca, muy cerca. Solo me separan 14.4 kilómetros de distancia.

En el grupo 016 de los epígrafes de Actividades Artísticas figuran los humoristas, los caricatos, pero también los excéntricos, los charlistas o charlatanes, los recitadores, ilusionistas, etc.

¿Qué tendrá la noche para que pensemos en ella desde el punto de vista del amor? Pero de un amor efímero, que se diluirá, posiblemente, con la llegada del alba, cuando las primeras luces matutinas dejen ver las cosas con mayor claridad.

Siempre y nunca, una y todas. Sin saber cuál es el papel que hay que realizar, si se hace bien, regular, si simplemente se acepta.

¿Quién le pone el anillo en un dedo a la dama que acaba de perder a su marido y a su suegro? Solo puede hacerlo un rey. Ese rey rastrero, vil, que es capaz de ofrecer su reino por un caballo cuando ya está casi derrotado.

Gatsby es un personaje de F. Scott Fitzgerald, que se ha convertido en uno de los mitos de la novela del siglo XX y que fue ampliamente difundido a través de la película de 1974 en la que Robert Redford da vida al Gran Gatsby, si bien hubo otras versiones anteriores y posteriores, la última protagonizada por Leonardo Di Caprio.

Se detuvo el tiempo en una mecedora y se trenzan los reproches por algo que sucedió y ahí se va quedando. La infección no solo está en la orina y no se pueden evitar los arrebatos de la ira, de la inquina, aquellas sensaciones amargas que acompañarán a los personajes ya para siempre. Los demás miembros de la familia han huido previamente.

“A ti te falta calle, y a mí me sobra mundo”, dice Andrea, una “sin hogar” a la que le obligan a “cambiarse de casa”.

Un musical para niños, interpretado por niños, por muchos niños, y totalmente profesional.

Estación límite. Abismo de las discapacidades, y sinuosos caminos del desconcierto, de las trabas y las dificultades donde se hacen esfuerzos por salir de los rincones de la lástima, para reivindicar que, aunque se brinden pocas oportunidades, se puede tener autonomía, ansias de regir tu propia libertad, no quedarse quieto a verlas venir y que sean los demás los que solucionen todo.

Lo que te depare la vida es solo cuestión de desearlo, pero también de ponerse a ello, aunque después no haya tal triunfo, se trastoquen los planes, si es que los hubiere, o no sea el final esperado, si es que esperábamos uno concreto.

Cuando una guerra comienza, sea cual sea la causa, (y lo peor es que no haya causas), se producen cambios, metamorfosis, se trastoca la forma de vida. Indefectiblemente desaparecen personas, surge el miedo, la precariedad de la subsistencia, el horror, el caos, la muerte.