He tenido cierto recato durante unos días -y aún asoma el pudor mientras escribo, por entre las líneas de este diserto- por atreverme a hablar, siquiera un poco, posiblemente del pensador español y europeo más importante en estos momentos. Es cierto que la filosofía hay que leerla despacio, masticando y mascullando los conceptos; pero, en “Fidelidad a Grecia”, Emilio Lledó nos lo pone fácil, como debiera hacer todo maestro al intentar inculcar conocimientos.