Antes que editor y memorialista, Carlos Barral fue poeta. A menudo alejado de las corrientes estéticas al uso, creó un mundo en el que se entreveran meditaciones acerca de la vida civil y moral de su época, la segunda mitad del siglo XX, la elegía por el paisaje mediterráneo de su Calafell natal, el viaje, la pintura y, ya en el último tramo de su obra, el miedo y la decadencia en las cercanas costas de la muerte.