PLAZA DE GUIPÚZCOA
Mis sueños se pueden hacer realidad. Si a Isabel Celaá, ex ministra de Educación de infausta memoria, en lugar de mandarla de vuelta a casa, la nombran embajadora en El Vaticano, yo un año de estos gano el Planeta.
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Pedir perdón demuestra humildad y empatía. Otra cosa es que te pases la vida jodiendo al prójimo y creas que por decir “lo siento” has cumplido. Pues no, tío. A mí de pequeña me dijeron que el acto de contrición sin propósito de enmienda no vale ni pa`tomar por saco.
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Soy contradictoria y bipolar. No me gustan los gabachos, pero me encanta la canción francesa. Dirás que es empalagosa y cursi. Vale, esa es mi contradicción.
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Me revientan las efemérides y los santorales. Así que ya te imaginas la gracia que me hace la noche de difuntos. Y ni te cuento la horterada de Halloween.
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Reza lo que sepas, llega el frío y el tarifazo de la luz está más descontrolado que el Cumbre Vieja. Como no me fío del gobierno voy a negociar por mí cuenta con las eléctricas que están que lo tiran. Ofertones, descuentos y sorteos de luz y gas gratis para toda la vida.
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Cuando empecé a escribir en este DV, mi madre, que era una diva frustrada (más que yo, que ya es decir) llevó a su merienda de los sábados en el Hogar del Jubilado un recorte de mi columna “Mirad –dijo exhibiéndola como un trofeo- ¡es mi hija!”.
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Será la edad, pero cada vez aguanto menos las tonterías. Otra cosa es lo entiendas por tonterías. Lo que para unos es trapo, para otros es bandera. No está el horno para bollos ni para banderas. Pregúntale a Pere Aragonés que ese sí que sabe de tonterías. Y de banderas también. Ahora quito esta, ahora pongo la otra. No podemos más con tanta gilipollez, tío.
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No sé si hemos entrado en un bucle o en un agujero negro, pero la metáfora del día de la marmota no nos sirve. Está amortizada, tío.
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Aunque me pedía el cuerpo meter caña (no hay que darle al cuerpo todo lo que te pide) he esperado que pasen los efectos terroríficos de la noche de Jalogüin, para decir lo que pienso de esta “celebración” cutre y absurda.
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Vaticiné un 2020 apestoso y catastrófico, bisiesto y capicúa al revés. No me extraña que la pandemia se oficializara con los Idus de Marzo. Todo lo que tenga que ver con los números me da yuyu, tío. La aritmética es la ciencia sagrada y Pitágoras su profeta. Con estas cosas del esoterismo soy muy cuidadosa y selectiva. No te vas a creer a cualquier chamán, iluminado, gurú, epidemiólogo o “experto” que te quiera vender la moto.
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Decir que la realidad supera la ficción es un aforismo trasnochado. Eso era antes de la pandemia, o sea A.P. como si dijéramos A.C. antes de Cristo, pues eso. Desde el ataque yihadista a las torres gemelas, ficción y realidad es lo mismo y lo vimos en directo por la tele.
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La princesa Charlene está triste ¿Qué tendrá la princesa? Lo sabemos de sobra, tío. Este montaje tenía muy mala pinta desde el principio. Recuerda que el día anterior a su boda con Albertito de Mónaco, la princesita subió a un avión rumbo a Sudáfrica. Novia a la fuga. Fue una movida de la leche.
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Dice Bertín Osborne que los hombres se ponen más nerviosos que las mujeres en la primera cita. Supongo que no lo dirá por él. Tampoco tenemos datos para establecer si se refiere a la primera cita como la “primera vez”.
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Ostras, tío, me entero por una colega columnista que me han puesto a parir en twiter. Algún tuitero pichabrava está cabreado por la visión que doy de la mujer, del amor y de la pareja en mi última novela “Los amores ingenuos” (aprovecho para recordártela) que por cierto es mi mayor éxito literario. Rebuznan, luego cabalgamos.
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A Mario Vargas Llosa lo han puesto a caer de un burro por decir “no sólo es importante votar, hay que votar bien”. No me extraña, tío, lo que se empieza se acaba. Yo también esperaba más contundencia y concreción de un premio Nobel. O dices o no dices.
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Hay muchas cosas que no seré en la vida. No seré modelo de pasarela (altura mínima 1,75) ni saltadora de pértiga (practico gimnasio de salón), ni ingeniera informática. Pero preferiría ser todo eso antes que política profesional.
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No tengo vicios. No tomo azúcar, ni bollería, ni chocolate, ni sucedáneos. Me encanta el sabor ácido. Mi encurtido favorito (lleno de fantásticos probióticos) es una aceituna verde gorda sin hueso con un pepinillo incrustado en el agujero. La imagen es algo obscena, pero sabes que no busco el chiste fácil.
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Seguro que te ha pasado alguna vez. Vas a fregar los platos y previamente quitas los residuos. Es fascinante observar la atracción fatal que el desagüe del fregadero ejerce sobre ese trocito de cebolla kamikaze. La persigues desesperadamente para impedir que se cuele a través del filtro, pero es inútil.
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Los Medios de este país dejan mucho que desear. Nos machacan con revanchas y venganzas, pero no sabemos si Rociito Carrasco fue a Moncloa a desayunar. Lo cierto es que el presidente la llamó y ella cogió el teléfono. A su hija no se lo coge, pero a Moncloa, perdiendo el culo, tío.
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