PLAZA DE GUIPUZCOA
Vuelve la burra al trigo. Te parecerá un aforismo poco glamuroso para un ex miembro de la casa real inglesa. Que me perdonen los burros. Después de las entrevistas incendiarias, titulares escandalosos y series “on fire” en Netflix, vuelve el raca raca lloriqueante y quejumbroso de Harry Windsor en forma de ajuste de cuentas literario.
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Isabel. No hace falta más. Decir Isabel, es decir Preysler. Y de ruptura inesperada, nasti de plasti. No es verdad que les ha pillado en bragas a las comadres de la prensa rosa. Lo sabían y han callado para hacerle la pelota y no estropearle la exclusiva en el “Hola”.
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Es muy fácil ser hipócrita. Seguro que alguna vez te han dicho con gesto compungido “me pongo en tu lugar, tío”. Mentira podrida. Nunca nadie se va a poner en tu lugar. Y si se pone, será porque te ha movido la silla. No pidas consejo y sé fiel a tu criterio.
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Mi madre, que era compasiva y naif (un beso amá) le confesó un día a su director espiritual que, ella a veces, sentía odio por algunas personas y esto le hacía sufrir. El cura, un tipo práctico y perspicaz, le alivió con una respuesta que en mi familia es un mantra: “No, Beatriz, no sufra, usted no siente odio, siente asco y el asco no es pecado”. Genial el cura. De un plumazo se cepilla el delito de odio.
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Si eres una masoca obsesiva como yo, tienes mil maneras de amargarte la vida. Hace unos días en la estación de Sants de Barcelona, entro distraída y a mi bola a comprarme un detox de espinaca y jengibre mientras hojeo las portadas del cuore y los últimos best sellers. Y de repente, ostras, tío, me la encuentro otra vez. Marie Kondo esa japonesita pija que hace ¡doce años! en cuatro tardes ociosas escribió un manual para ordenar armarios, enrollar calcetines, doblar tangas y colocar jerséis.
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Aunque me pedía el cuerpo meter caña (no hay que darle al cuerpo todo lo que te pide) he esperado que pasen los efectos terroríficos de la noche de Jalogüin, para decir lo que pienso de esta “celebración” cutre y absurda.
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El mal gusto y la zafiedad atacan de nuevo. Primero fueron los talleres de genitalidad femenina “Píntate el Toto” organizados por la Concejalía de Igualdad y Perspectiva de Género del Ayuntamiento de Soria. El objetivo era compartir experiencias y conocer la relación de las mujeres con su sexo. 300 pavos el cursillo y recibieron más de mil peticiones de toda España.
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No sé si hemos entrado en un bucle o en un agujero negro, pero la metáfora del día de la marmota no nos sirve. Está amortizada, tío.
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Los Medios de este país dejan mucho que desear. Nos machacan con revanchas y venganzas, pero no sabemos si Rociito Carrasco fue a Moncloa a desayunar. Lo cierto es que el presidente la llamó y ella cogió el teléfono. A su hija no se lo coge, pero a Moncloa, perdiendo el culo, tío.
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Están pasando cosas rarísimas. Si no fuera porque hemos visto las luces de navidad colgando en las calles, parecerían las vacaciones de verano con las terrazas petadas de guiris bebiendo birras. Somos como esas gallinas enjauladas con las fluorescentes en la cresta que no paran de poner huevos.
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Aguanta que queda poco. No nos ha tocado la lotería y hemos soportado estoicamente la cena de Nochebuena y el discurso del rey. Por cierto, salvo que Felipe VI se decida algún día a echarse al monte (que no creo) yo le daría un par de vueltas a su sermón navideño.
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Hay días que te levantas con una energía tan bestial que podrías dar la vuelta al mundo. Pero te conformas con dar la vuelta a la tortilla. A la tortilla de patatas, quiero decir, sin metáforas ni leches.
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Dicen que cuantas más veces cambies de casa, mejor sabrás gestionar tus problemas. Depende, tío. Es una gilipollez que acabo de leer y no sé quién la dice. Podría ser un borderline o un iluminado.
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Con todos los melones que tienen abiertos los iluminados de la Unión Europea, pensé que se olvidarían del cambio de hora. Pero ni de coña. Será la edad, pero esta vez siento más el desajuste horario: empanamiento general, modorra, sopor y mala leche al levantarme. O sea, hecha unos zorros, tío. Un “jet lag” a lo bestia.
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Yo de pequeña quería ser muchas cosas, eso sí, todas de ringorrango y oropel: princesita, bailarina o artista. Me paseaba por casa con trapos en la cabeza hablando a un público imaginario (y sigo igual) para befa y mofa de propios y extraños.
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Sería largo de explicar, pero sé que mi ordenador tiene sentimientos. Y no solo eso, además es sensible y tiquismiquis. Como le des un meneo un poco brusco, se mosquea, se bloquea y a tomar por saco, ya has hecho el día.
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Seguro que te ha pasado alguna vez. Vas a fregar los platos y previamente quitas los residuos. Es fascinante observar la atracción fatal que el desagüe del fregadero ejerce sobre ese trocito de cebolla kamikaze. La persigues desesperadamente para impedir que se cuele a través del filtro, pero es inútil.
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Vaticiné un 2020 apestoso y catastrófico, bisiesto y capicúa al revés. No me extraña que la pandemia se oficializara con los Idus de Marzo. Todo lo que tenga que ver con los números me da yuyu, tío. La aritmética es la ciencia sagrada y Pitágoras su profeta. Con estas cosas del esoterismo soy muy cuidadosa y selectiva. No te vas a creer a cualquier chamán, iluminado, gurú, epidemiólogo o “experto” que te quiera vender la moto.
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