09/09/2018@00:00:00
La soledad del artista en su taller, las dudas y miedos que lo definen a través de sus obras y esa eterna mirada que busca y, en el caso de Rodin parece encontrar aquello que intuye, son los parámetros empleados a la hora de buscar el plano y la luz —plena de claroscuros apenas iluminados por velas o contrapuntos de puertas abiertas— que definen la parte más visible del escultor, y también, la mejor retratada por Jacques Doillon, un director que ha hecho una película a medio camino entre un documental y un film didáctico para los colegios, de tal forma, que los claroscuros del creador de El beso salen retratados en biopic sin alma que, sin embargo, busca la empatía de la reflexión y el paso del tiempo mediante unos fundidos en negro que tampoco nos acercan a la pretendida cercanía de una película de época que intenta aportar a través de ellos espacios para la reflexión.