Almuzara eds., Córdoba, 2019
El imaginario, como forma consustancial de todo discurso humano para sustentar una forma de enseñanza, ha estado presente siempre en los arcanos de la formación religiosa. Acaso, de una parte, por razón fundada del aserto chino que ‘más vale una imagen que mil palabras’, o bien, sencillamente, porque los ‘santos’ de las primeras lecturas infantiles vienen, una vez más, a justificar que para nuestra comprensión de las cosas, el verlas en su representación, el poder darles realidad con nuestros sentidos, les otorga más trascendencia, más fiabilidad. Así somos.