La novela de García Márquez inició una nueva era en la literatura hispánica
El viaje que Gabriel García Márquez hizo a los 23 años con su madre para vender la casa familiar de Aracataca tuvo el efecto de un huracán en la memoria del escritor colombiano. Fue a partir de aquel momento cuando decidió volver la mirada a su pasado y al de su familia. A la figura de su madre, Luisa Santiaga, la joven que se casó con el telegrafista de Aracataca contra la voluntad de sus padres; a la del abuelo Nicolás Márquez, aquel militar reconvertido en artesano que hacía pescaditos de oro, siempre a cuestas con el resentimiento de haber matado en duelo a su amigo Medardo Pacheco; a la de su hermana Margot, que de niña comía tierra del jardín de aquella casa y a las de sus once hermanos legítimos y otros nacidos de relaciones extramatrimoniales de un padre mujeriego; a los amigos y a las mujeres que enriquecieron sus pasiones… Con todo ese bagaje creó García Márquez una literatura que parece fruto de una imaginación fantástica pero que se nutre básicamente de su memoria.