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Milan Kundera

29/07/2023@11:11:00
Mi trayectoria existencial podría resumirse en el paso de una primavera a otra” -declaraba Alain Finkielkraut el día de la muerte de Milan Kundera-: “de la primavera lírica a la primavera escéptica”. Dos primaveras en el mismo año, 1968, la de París y la de Praga. O lo que viene a ser lo mismo, del lirismo al desencanto. En París los jóvenes de la izquierda revolucionaria gritaban “Élections, pièges à cons” -Elecciones, trampas para idiotas-. En una generación llegaron al poder y todo cambió. Ellos entrañaron los valores del sistema y el sistema, muy progresivamente, fue derivando hacia el imperio del kitsch y la oligarquía del “infoentertainment”.

Si como dicen, el amor es el gran motor que mueve el mundo, la fantasía sería el gran sustento que precisa ese amor para sobrevivir. Desde esa extrañeza que hay entre lo vivido y lo soñado, podríamos decir que Kundera, a través de la importancia que durante toda su carrera literario dio tanto al sentido del humor como a su particular concepción musical presente en sus trabajos, forjó un emblema que parte de una compleja técnica narrativa que va desde una aparten sencillez a una compleja búsqueda por descifrar el alma humana.
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Prefacio Kundera
Extrañamente, no había leído todavía una de las obras tempranas de Milan Kundera: “El libro de la risa y el olvido”. Acabo de hacerlo con gran placer, creo que es una de sus mejores novelas. Podemos describirla, con toda justicia, como “novela de ideas”; esa clase de ficciones entreveradas de ensayo, generalmente en torno a una idea-eje (dos, en este caso) que inundan con un potente chorro de luz el escenario social en el que se desarrollan. Aquí se trata, principalmente, de la Checoslovaquia comunista, y los personajes que vemos en escena no son únicamente iluminados por fuera, sino que también podemos escudriñarlos hasta los huesos gracias al poderoso y humorístico aparato de rayos X que emplea el autor.