De Lichtenberg, ese gran aforista (¿o habría que decir, quizás, moralista?; ¿tal vez esteta, un esteta vital? ¿No podrían ser éstos algunos de los alegatos adjetivados que se podrían esgrimir en favor del aforista, del solitario aforista?), se ha dicho muchas veces que, de hecho, carece de una obra literaria propia. He aquí, sin embargo, que, teniendo como único bagaje literario sus cuadernos de aforismos, puede decirse que ha aportado al mundo de la creación mayor peso especifico y mayor influencia en sus contemporáneos como ningún otro había conseguido.