18/09/2023@07:07:00
Durante este mes se han cumplido veinticinco años de la fundación de la empresa Google. Nadie, ni siquiera sus creadores, Larry Page y Serguey Brin, por soñadores que fuesen, podían imaginar en aquel instante que tal “buscador” iba dinamizar la red al extremo de transformar la realidad —o si prefieren, la totalidad— convirtiéndola en tan abordable, en tan doméstica, en tan a mano, que a partir de entonces bastaría con disponer de un Pc en el escritorio y de una conexión telefónica fiable, el resto consistiría en una media hora para ejercitarse y, luego, cualquiera obtendría al instante aquello que precisara entre su ingente depósito de datos, bien para salvar un abstruso problema teórico o bien para la compra de una simple caja de Aspirinas. Hoy, de sobra lo saben, hasta lo llevamos incorporado en el smartphone.
Con el perfeccionamiento de los deepfakes —válganos como ejemplo, el popular anuncio de las cervezas Cruzcampo con una reproducción digital de Lola Flores, de quien, dicho sea de paso, este año se cumple su centenario— y la aplicación de estas figuras artificiales pero ya con una notable autonomía para desempeñar con solvencia un buen repertorio de tareas y servicios, más la inminente implantación del Metaverso como un mundo paralelo donde realizar una multitud de actividades —especialmente financieras—, no es disparatado suponer que muy pronto nos resultará indiscernible la realidad de lo virtual. Naturalmente; ante un acontecimiento tan capital, se suscitan algunas preguntas ineludibles: ¿qué papel jugará el hombre en esa realidad transida de simulaciones? ¿Cuál será su concepción del mundo?
La lengua, dicen los académicos, que son contempladores del léxico, es un “maravilloso artificio” (Nueva gramática, XLI). Es labor artística porque crea “mundos nuevos”, según un poema de Huidobro, y es maravilla porque muestra a los sentidos y al entendimiento lo que por sí mismos no pueden captar, pues son constantemente embotados por las “preocupaciones de la vida” (Lucas 21: 34), como nos advierte Jesús.
Tras el éxito de la obra publicada por Justo Sotelo de sus primeras cinco novelas (La muerte lenta, 1995, Vivir es ver pasar, 1997, La paz de febrero, 2006, Entrevías mon amour, 2009 y Las mentiras inexactas, 2012), tres libros de cuentos (Cuentos de los viernes, 2015, Cuentos de los otros, 2017 y Un hombre que se parecía a Al Pacino (Cuentos del primer café), 2023), dos ensayos (Los mundos posibles en las novelas de posguerra de Manuel Rico. Universidad Complutense, 2012 y Los mundos de Haruki Murakami, 2013), y una parte de su obra poética, Ocho heroidas al estilo de Ovidio, en la Revista Hesperia, Culturas del Mediterráneo, 2008, Sotelo nos sorprende una vez más con la novela “Poeta en Madrid” que forma parte del tejido de la editorial Huso desde 2021 y realiza una apuesta segura por la literatura de la posmodernidad del XXI. El sello madrileño apostó por este proyecto artístico-literario de gran envergadura.
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No es ninguna novedad que el capitalismo es capaz de reciclar sus productos culturales para volverlos mercancías. Sin embargo, siempre es prudente volver sobre el análisis de esos mecanismos, con el doble fin de entenderlos en su estado procedimental y de buscar su desestabilización.
Peter Trawny afirma en "Fuga del error.La an-arquía de Heidegger" que los caminos recorridos por el pensamiento del filósofo Martin Heidegger son oscuros. Sin embargo, ese pensamiento atraviesa en realidad lo que se conoce como "la fuga del error claro".
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