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Los imprescindibles

16/08/2022@21:00:00
Has aparecido, perfecto en el horizonte del cielo, oh, viviente Atón. Ahora entiendo por qué los egipcios descrismaron a Akenatón: componer un himno a Atón, lo que vale por decir al sol, con la que está cayendo. Toda Europa bajo la canícula asfixiante, aplastante, obsesiva en cada conversación, en cada pantalla. El sol como emisario apocalíptico, signo de los tiempos. Al galope de los cuatro jinetes del cambio climático, la factura de los aires acondicionados, los incendios que no cesan, los pantanos que se secan, el agua como un bien escaso, no hay suficiente hielo para el próximo gin-tonic.

En el siglo I, según cuenta Estrabón, una ardilla podía cruzar Iberia desde los Pirineos a Tarifa saltando de árbol en árbol sin tocar el suelo. Hoy lo haría huyendo de incendio en incendio, mientras los “Estrabones” de servicio se limitan a imputar la calamidad al cambio climático, con la misma desvergüenza con que aquel decrépito dictador atribuía el tercermundismo nacional a la “pertinaz sequía”.

Apenas veintiocho metros de eslora, siete de manga, sólo dos de calado. “¡Qué pequeña es!” No escuchas otro comentario entre quienes visitan la réplica de la nao ‘Victoria’ fondeada en el puerto de San Sebastián para rendir honores a la gesta de Elcano.

Era lo habitual, una misión rutinaria dentro la estrategia ‘Seek and Destroy’ -buscar y destruir- diseñada por el Pentágono para masacrar a la población survietnamita. Aquel 5 de junio de 1972 los niños que jugaban en la aldea de Trang Bang elevaron sus ojos al cielo y, al instante, cayó sobre ellos un diluvio de napalm. Sólo cinco sobrevivieron. Entre ellos, una niña de nueve años, Kim Phuc. La fotografía en que seguimos viéndola correr desnuda y quemada viva, llorando y aullando de dolor, cumple cincuenta años. No así la amnesia colectiva en todo lo que afecta a los crímenes de guerra perpetrados por la gran democracia norteamericana. Justo esa que hoy se erige en autoridad moral, sin que ningún Tribunal Penal Internacional llame a las puertas de su conciencia.

Se puede ser reina por accidente? Le sucedió a quien estos días celebra su jubileo de platino tras sumar setenta y dos años en el trono, una marca sólo superada por el Rey Sol, Luis XIV. Isabel II se ajustó la corona a consecuencia de la muerte prematura de su padre, Jorge VI, quien, a su vez, sólo estrenó la suya tras la abdicación de su hermano, Eduardo VIII. No menos accidentada fue la elevación a los altares de quienes merecerían orquestar, a cuenta de sus otros tantos discos de platino, la banda sonora de la inquilina de Balmoral. Setenta y dos años reinando Isabel. Sesenta los ‘Rolling Stones’ que iniciaron en Madrid su última gira europea, generando el mismo fervor intergeneracional que concita la reina madre.

Si hay algo evidente en la gestión de la información acerca de la guerra de Ucrania, remite a su fractura en dos escalas. De una parte, la que emiten las cadenas televisivas públicas y privadas: un cruce de amnesia histórica e indigencia geopolítica sublimado con shocks emocionales. Por la otra, la que se plasma en buena parte de la prensa escrita, sumada a la que circula por las redes sociales abiertas a la complejidad.

He sobrevolado los Andes a bordo de una avioneta destartalada, pero sintiéndome tan cerca del cielo que hubiera podido tocar la Cruz del Sur con mi mano. He navegado el viejo mar de Ulises tendido en la cubierta de un pesquero, sin saciarme contemplar el fulgor de Orión. He cruzado el Sahara de punta a punta y cada noche, en mi cuna de dunas, veía sobre mí ese firmamento oceánico. Millones y millones de estrellas, tantas que te vencía el vértigo de caer hacia lo alto.

Allá en Shangai, con un 90% de su población vacunada, un rebrote primaveral de la variante Ómicron vuelve a activar los más drásticos confinamientos. Ningún problema en Occidente. Como si a la pandemia se la venciera por decreto, celebramos la llegada de la bella estación declinando el uso de mascarillas. ¿Realmente estamos en el umbral del ‘Gran Reseteo’?

Dudoso honor el mío: nací el mismo día, mes y año en que nació ETA. Escribo desde que tengo uso de razón y, en la prensa vasca, desde hace cerca de cuarenta años. No cuento los artículos acerca del drama que nos ocupó a lo largo y ancho, pero sobre todo a lo profundo de ese tiempo, publicados con mi firma. Advertido y amenazado, como tantos. Sin ninguna cobertura, sin ningún amparo, también como tantos. Cuando asesinaron a Miguel Ángel Blanco ya estaba cansado de ver todo lo que había detrás: el hundimiento moral, pero también el cálculo. Te avergüenzas hasta de la condición humana.

En su infancia tuvo como compañero de clase a un niño inestable con el que quizá vivió su primera experiencia homosexual, Adolf Hitler. Pese a ser hijos del rey del acero vienés tres de sus hermanos se suicidaron. Cuando viajó a Manchester para formarse como ingeniero de motores descubrió la filosofía. Ya elevado al Olimpo de los genios renunció su fortuna y emprendió una vida nómada, rozando la locura. Le veremos ejerciendo de jardinero en un convento, de camillero en un hospital y, sí, también de eminencia en el Trinity College. Devorado por el cáncer, poco antes de morir deja este epitafio: “Decidles que he tenido una vida maravillosa”.

Desde los micrófonos de ‘El Faro’ Mara Torres me preguntaba lo que tantas veces me han preguntado este año: “¿Sigue habiendo dragones?” Cerca estuve de responderle con otra pregunta: “¿Alguien lo duda?” Todavía tenía en la memoria la final de Roland Garros, esa en la que Rafael Nadal se reveló como un ser mitológico y, sin embargo, monstruosamente humano.

¿O sea que el mismo día y a la misma hora? Después de tanto tiempo sin vernos -como diría un snob-, qué joint venture. Al fin coincidía con mi amiga Mado Martínez en una Feria del Libro. Lástima que no precisáramos el lugar. Yo di por hecho que sería en la que visitaba esa tarde, la de Madrid. El mismo día y a la misma hora -todavía estamos riéndonos-, ella estaría en la de Cartagena de Indias.

Cuántas páginas suma el periódico que acabas de leer, o cualquiera de los libros que ilustran esta web? No las cuentes, ojalá sean más las de tu vida. Unas y otras, todas van llenas de información pormenorizada. Sin embargo, en la vida siempre hay algo más, algo que no se ve, ni se escribe, ni se imprime.

Aunque esté al alcance de cualquiera, al pie de Ulía, pido disculpas por vivir en el paraíso. Tiene la forma de un jardín frente a mi ventana. Durante todo el año, el verde perenne de un macizo de bambúes, un magnolio y dos familias de palmeras. Desde hace tres semanas, la gran explosión silenciosa y secuencial. Primero el majestuoso tilo y los abedules de hojas como pequeños corazones. Luego los castaños, levantando sus cálices blancos y rosados. También el pruno solitario, una llamarada violeta en la fronda. Después los arces y el liquidámbar, que irán variando su tonalidad del turquesa al carmesí. El último, ese ginko que asoma ya sus brotes. Son como viejos amigos que vuelven. Como ver a la joven diosa que regresa tras una larga estación en el invierno.

En la primera vuelta se elige, en la segunda se elimina. Así decía el viejo adagio acerca de las presidenciales francesas. Desde hace cinco años sucede a la inversa. Debacle tras debacle, la derecha gaullista y la izquierda miterrandiana han vuelto a resultar laminadas en esa primera vuelta. ¿Por quién? Por la revolución conservadora que no deja de expandirse ante la ceguera de las élites.