"Más del 80% de las mujeres prostituidas en España son víctimas de trata” ("La opinión de Murcia”, 20 de septiembre de 2020)
En estos días he leído “Mercancía robada”, un testimonio autobiográfico de Lluna Vicens, una española que, a los 18 años, fue atraída lejos de su hogar y su familia con el engaño de un puesto de trabajo como guía turística, drogada, encerrada, violada, maltratada y sometida a esclavitud sexual. Es una lectura muy sencilla, sin rodeos ni eufemismos, directa y durísima, desgarradora en su franqueza, que causa en el lector una sensación de impotencia, rabia e injusticia atroz, y lo lleva a asomarse al abismo de la depravación humana, del sufrimiento de víctimas tratadas como ganado de usar y tirar, aisladas, golpeadas, aterrorizadas y sometidas a las peores vejaciones que alguien pudiera imaginar. Y todo ello solo por dinero: porque en ese inframundo de la trata de seres humanos, mujeres y niñas (que son hasta el 20% de las víctimas de la trata y explotación sexual) son un pedazo de carne que se compra, se vende, se alquila y, cuando las han destrozado físicamente, si no han logrado escapar, se elimina. Literalmente.