Reseña de "Estirpe de sangre"
Estimado amigo Alonso Castro (García de Armenteros):
Ante todo, haceros saber cuánto me ha satisfecho haberos conocido y haber vivido con vos, (aun cuando no lo supierais, pero quizá lo advirtierais en vuestros momentos de soledad y zozobra), pues caminé vuestros primeros pasos hasta la escuela del honorable Martín Valdivieso, fui partícipe de las enseñanzas de ajedrez y sus escaques que casi a hurtadillas vuestro padre os inculcara, os esperé aquella noche en la puerta de la inclusa donde quedaría parte de vuestro transido corazón, hui junto a vos de la miseria y del hambre, y, sin duda, derramé lágrimas de impotencia, lágrimas de rabia, lágrimas que imploraban la justicia de los hombres, lágrimas que regaron valles baldíos, lágrimas limpias, lágrimas sinceras, pero también lágrimas de sangre, y lágrimas de fuego, de hogueras. Sí, Alonso, debéis saberlo, fuimos muchos los que os acompañamos a más de vuestros incondicionales Juan de la Calle y Antonio. Algunas tardes las pasé enjugando lágrimas y haciéndole compañía al joven Antonio en sus juegos con la pequeña “zarandaja de la sonrisa”. Creo que también soñé el paraíso de los caballos.