En ocasiones, ese jardín borgiano donde los senderos se bifurcan puede invertirse en el de los destinos que se entrecruzan. En los '80 Iñaki Ezkerra ganaba un premio Euskadi de novela y yo lo ganaba al año siguiente. No sabía entonces que venía de licenciarse en la Autónoma de Barcelona donde, a buen seguro, nos cruzamos más de una vez en los trenes magrebíes que subían hasta Bellaterra. Hoy, el laberinto de las encrucijadas nos ha llevado a encontrarnos a un paso de ingresar como socios de número en la Delegación en Corte de la Bascongada, en Madrid, siempre con libros bajo el brazo.