Escondidos tras una máscara que, sin embargo, no es capaz de interrumpir los latidos de nuestro corazón. Atrapados en la sinuosidad intangible del mañana. Derrotados por la oscuridad de una línea que, como una frontera sin nombre, es violada una y otra, una y otra vez... No hay más reglas en la suntuosidad del amor ni en la intimidad de una habitación despojada de todo adorno que no sea la esencia del deseo, parecen decirnos los protagonistas de "Juego y distracción".