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Juan Carlos I de Botswana

10/05/2023@22:55:00
Stefan Zweig murió en Brasil en 1942. Se suicidó junto a su esposa después de concluir el que tal vez fuera su mejor libro y su legado más valioso. He tomado prestado el título de esa obra para el presente artículo porque encuentro semejanzas entre su época, tal como él la percibía, y la nuestra, tal como la percibo yo. Al menos distingo dos grandes rasgos en común: la barbarie y la desesperanza. Comparto también su añoranza por un mundo perdido que sentimos todavía próximo y casi tangible, pero que ya no nos es dado recuperar.

Que oficiosamente los medios juancarlistas repitan, a agua pasada, que “todos lo sabíamos” –en referencia al reciente goteo de informaciones escandalosas sobre las operaciones financieras que han marcado, y sobrecargado, los casi cuarenta años que el padre de nuestro monarca ocupó el trono– me parece ahora, a la luz de la últimísima tomadura de pelo al sufriente pueblo español, es decir, la huida del Emérito por la puerta de atrás, tan escandaloso e irresponsable como el mismo modo de vida “a cuerpo de rey” que llevaba el susodicho.

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