Hace diez años que murió Saramago, “con quien tanto quería”, con quien tanto queríamos muchos, con quien tanto queríamos tantos. Convencida estoy de que aquel dieciocho de junio de 2010, a usted como a mí, se le fue un amigo, un hermano mayor, alguien en cuyo criterio confiaba, sin necesidad de compartir sus ideas políticas ni sus ideas arreligiosas. Su sentido común, su coherencia y su honda humanidad eran los motivos que a usted y a mí nos empujaban ( y empujan) a leer los libros de Saramago.