Reseña de "Historias guardadas", de Wilson Rogelio Enciso
Solemos considerarnos justos en la valoración que damos moralmente hacia los demás, pero nuestra mirada no es la misma cuando observamos a un niño o a un anciano; con el niño normalmente se nos dibuja una sonrisa en el rostro llena de ternura, sin embargo, con el anciano, se nos arruga el entrecejo, a veces sentimos lástima, otras, preocupaciones, y otras, desagrado hacia su actitud, entonces pensamos "cuando llegue a mayor no voy a ser igual" pero al final todos somos igual, ¿sabéis por qué? Pues porque el niño aún no conoce la crueldad de la gente, no sabe a qué mundo se debe enfrentar, no conoce aún el egoísmo y la lucha del más fuerte. El anciano ha pasado por todo eso, ha vivido momentos maravillosos a los que desea volver, ha sentido la juventud y la ha perdido, recuerda lo que era un cuerpo sano y lo anhela, pero no os confundáis, la mayoría de las veces, no lo anhela para salir de fiesta, lo anhela para no sentirse un estorbo, ya que en este mundo loco en el que todos hemos sido abducidos por la tecnología y el estrés, no tenemos tiempo para nuestros ancianos.