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Firma invitada

14/03/2019@06:35:50
Como todos sabemos, Antonio Machado se formó en la Institución Libre de Enseñanza (ILE), cuyo principal creador en 1876, Francisco Giner de los Ríos, era muy amigo de su abuelo. En esta institución educativa conoció a grandes poetas y artistas, como Juan Ramón Jiménez. Su biógrafo Ian Gibson dice que mantuvieron desde que se conocieron “una amistad entrañable”. Demostrada también porque el poeta de Moguer le publica a Machado poemas en la revista Helios que él dirigía, y ya desde el número 4 de julio de 1903.

De la inagotable nómina de los conquistadores, algunos novelistas del siglo XX sintieron tal predilección por Lope de Aguirre que le dedicaron cinco novelas y una pieza teatral, y con tanto éxito que, por medio, contagiaron al cine. Al punto que no en una, sino en dos películas fue relatado su aciago periplo, con lo que su cojitranca y sardónica figura se escapó de los antiguos cronicones y de los minuciosos estudios para andar aun hoy entre blogs y asomar, de cuando en cuando, en otros foros de la nueva realidad digital.

Las enfermedades raras son cada día menos raras en la literatura. Muchos lectores conocen el síndrome de Asperger gracias a "El curioso incidente del perro a medianoche; Rarity" nos descubrió la fragilidad de los vasos sanguíneos del síndrome de Ehlers-Danlos; "La lección de August" se llevó al cine con el título Wonder, multiplicando la visibilidad de aquel niño con síndrome de Treacher Collins que acudía al colegio con un casco de moto; y la adorable "El chico que amaba demasiado"Sín nos abrió una ventana al síndrome de Williams y a su exceso de oxitocina, también conocida como la hormona del amor.

Traducción:Eduardo Zeind Palafox

El socialista de hogaño está en la postura del médico que procura tratar un totalmente descorazonador caso. Cual doctor, debe mantener vivo al paciente, por lo que admite que el paciente, al menos, tiene oportunidad de sanar. Cual científico, debe arrostrar los hechos, por lo que admite que el paciente podría fenecer.

En la entrevista que el pasado siete de diciembre pudimos leer en el suplemento de libros de este diario, Los diablos azules, a la escritora Sara Mesa a propósito de la publicación de su última novela, "Cara de pan", interpreté que la autora rechazaba la pregunta que solían hacerle: “¿qué has querido decir con esta novela?”.

Este libro, mi tercero publicado en Lobo Sapiens/El Forastero, 2017; después de “EL GRAN REY ALFONSO VIII DE CASTILLA. EL DE LAS NAVAS DE TOLOSA". ALDERABÁN/ALFONSÍPOLIS-2012, y de “BREVE HISTORIA DE FERNANDO EL CATÓLICO". NOWTILUS-2013; me he acercado al Rey Sabio, personaje atrabiliario, cosmopolita, y generador de diatribas y de opiniones encontrados. Yo creo, modestamente, que fue una buena persona, sensu stricto, de nivel cultural elevado, un humanista, pero como rey era un desastre, no estaba preparado para ese puesto político; ya que su carácter típicamente ciclotímico tenía un componente infantil o inmaduro. Su melancolía o estado ansioso-depresivo, era crónico y no pudo o supo superarlo nunca.

Dos poetas beben café en La Biblioteca. En la vetusta ciudad de Valladolid no hay consenso sobre qué diferencia a la nueva poesía de la tradicional. En una mesa de madera hay notas sueltas y tan sólo dos libros, los suyos. A la izquierda se sienta «Redry», un poeta de los que utiliza Instagram. A la derecha está David Acebes, un consagrado escritor que encarna los valores de la vieja escuela.

«Este camino es afilado como una navaja, intransitable, y es difícil viajar por él; esto declaran los sabios» (III-14)

«Aquel que no se ha apartado de la mala conducta, cuyos sentimientos no están controlados, que no está tranquilo y cuya mente no está en calma, nunca puede alcanzar el Atman, ni siquiera con el conocimiento» (II-24)

(Katha Upanisad)

FIRMA INVITADA

Por Eva Losada Casanova

Cuando hablo de la intencionalidad de la escritura, mi memoria regresa una y otra vez, como niño hambriento, a uno de los grandes personajes del escritor madrileño Luis Landero. Recuerdo como, a lo largo de la lectura de El guitarrista, este personaje se pasea por los rincones de su vida exclamando a los cuatro vientos que está escribiendo una novela, lo hace con una mezcla de altanería y desasosiego. ¡La novela del eterno novelista! Aquella que no solo nunca se acaba sino que comienza cien veces, quizá mil. La edad temprana es ese campo de cultivo en el que la romántica idea de ser escritores va y viene como una cometa. Colorida y libre. Queda muy bien hacer volar nuestra cometa mientras compartimos unas tapas en un bar o bajo un hipnótico y peligroso cielo estrellado. El problema es que llega un momento en el que ese trozo de tela se hace pequeño en un cielo limpio y azul o bien cae en picado y descompuesto a nuestros pies.

«¿Porque no conocemos nuestro pasado? Dios en su bondad ha ocultado su conocimiento a la gente; si supieron que han sido virtuosos se sentiran orgullosos, en caso contrario se deprimirían; basta con conocerse a sí mismo»

Bhagavan Sri Ramana, Conversaciones, 553.

Desde que leyó libros como «El camino del Tao» de Alan Watts o el «Paradigma perdido» de Edgar Morin, ambos publicados por la editorial Kairós en los años 1974-1976. Agustín Pániker (Barcelona, 1959) no ha parado de viajar y al mismo tiempo de documentarse con la lectura de esos lugares a donde viajaba. Su sueño con el paso del tiempo es aprender y comprender, y al mismo tiempo escribir sobre esos lugares y esos temas que le causan una curiosidad. Verlo como un complemento y no como una diferencia.

El pasado 21 de febrero se celebró en todo el mundo el Día Internacional de la Lengua Materna. En la 30 Conferencia General de la Unesco, celebrada en su sede de París el 17 de noviembre de 1999, se acordó por unanimidad declarar el 21 de febrero de cada año como el día para recordar y reivindicar la importancia de la lengua materna.

Siempre ha habido hombres a los que su linaje les impone –a veces hasta sin severas coerciones; simplemente, no tienen más salida— un destino, mientras la vida, con su vitrina inagotable y jacarandosa, los tienta con otro; y ambos les resultan tan distantes y difíciles de conjugar que la disyuntiva los aboca de cabeza al quebranto.

Hace ya unos años el químico y naturalista suizo Albert Hofmann (1906-2008) publicaba su «Historia del LSD» (Gedisa Editorial) un trabajo que con el paso de los años no ha hecho más que reeditarse continuamente. Doscientas once páginas en donde su autor nos ofrece un recorrido no sólo por su vida, sino que nos descubre cómo fue ese gran descubrimiento.

Para un observador actual, el Siglo de Oro resulta sorprendente en muchos aspectos. Tomemos como muestra el mundo del libro. Lo primero que nos asombra, comparándolo con el nuestro, es la importancia que se le concede en la legislación. Comenzando con la Pragmática de los Reyes Católicos (Toledo, 8 de julio de 1502), todo el siglo XVI se caracteriza por la intensa labor legislativa y censora que se ejerce sobre los textos impresos. Esta preocupación proceden, en primer lugar, de la Corona; y, en segundo de la Inquisición, que ahora comienza a publicar sus famosos Índices de libros prohibidos. Ambas se yerguen como guardianas del pensamiento en los reinos hispánicos que, desde la perspectiva oficial, debían ser perfecto relejo de la doctrina católica.

Frente a quienes piensan que en España no se puede escribir sobre espías porque aquí lo único digno de espiar es la tortilla de patata, están los que pensamos que en este país las tareas de inteligencia tienen una gran tradición, y es posible realizar aportaciones interesantes a un género literario ya muy consolidado en otros sitios, con características y reglas propias, y cuya temática es el espionaje en cualquiera de sus facetas.

FIRMA INVITADA

Por Margarita Melgar, autora de "El verano de nunca acabar"

A la gente le extraña muchísimo que Margarita Melgar seamos dos (Ana Sanz-Magallón y Montse Ganges), y que escribamos novelas. También escribimos guiones, pero esto no sorprende tanto: como espectadores ya sabemos que las películas son cosa de muchos. Pero como lectores, seguimos esperando que el autor sea esa Sherezade que se sienta a nuestro lado para susurrarnos solo a nosotros una historia, así que una novela escrita a cuatro manos suscita más preguntas. Por lo menos dos: cómo y por qué.