En los años 50 del pasado siglo, durante las obras de restauración de la ermita de Torre de Juan Abad, se encontró una piedra de alabastro grabada con unos enigmáticos caracteres que, hasta la fecha, nadie ha podido descifrar. Esta piedra encriptada es el eje sobre el que gira la trilogía “El temple en el Campo de Montiel”, una historia de ficción histórica donde se describen hechos, lugares y situaciones reales y donde únicamente los personajes son ficticios.
On Twitter there are hundreds of comedian memes, and seeing them constantly habituates the masses to the apodeictic, that is, to what is recognized in the distance (“apodeictic”, from Greek “apodeiktikos”, from “apo”, far, and “deik”, to show). On YouTube there are hundreds of bricolage instructors, and seeing them constantly accustom the masses not to conceiving (from Latin “complexus”, a scientific notion today), but to assembling (factory notion) concepts.
En el teatro Reina Victoria, de Madrid, se acaba de reponer Esperando a Godot (1952), de Samuel Beckett. Se trata del mismo montaje que había estado este invierno pasado en el teatro Bellas Artes, dirigido por Antonio Simón y protagonizado por Pepe Viyuela y Alberto Jiménez, con tan buena acogida que les ha permitido regresar durante un mes al menos; claro es, si el virus se los tolera.
«El último Secreto metafísico – sí es que podemos llamarlo así, es que el universo carece de fronteras. Las fronteras son meras ilusiones, productos no tanto de la realidad como del modo en que la cartografiamos. Está muy bien cartografiar la realidad, pero resulta fatal confundir el mapa con el territorio» Estas palabras de Ken Wilber nos sirven para introducirnos en nuestro tema o lo que él mismo denomina La Gran Mente.
No sé si recordaran que hace un año, en esta misma revista, publicaba un artículo titulado “El elixir oriental”, donde me burlaba —aunque no sin cierta amargura— de la penetración, so pretexto del yoga y otras prácticas más o menos tonificantes, de las creencias orientales en nuestra sociedad, fenómeno que ya sucedió en la Roma del s. I y II d. C., para lo que les mencionaba como acreditados ejemplos de lo acontecido entonces El asno de oro de Apuleyo y El asno de Luciano de Samósata, novelas humorísticas de aquel tiempo y a tal punto gemelas en el argumento que ni tan siquiera sus autores se molestaron en variarle el nombre al protagonista, el pobre Lucio, que se descubrió convertido en borrico por sortilegio de una hechicera de Isis.
Hace cien años, quiso el Demiurgo regalar a la Humanidad una extensión de sí mismo en ese fabuloso creador de mundos que fue Ray Bradbury (22 de agosto de 1920 - 5 de junio de 2012). Si tuviera que definirle como escritor, lo haría con el nombre de un cuento y un libro de su autoría: El hombre ilustrado porque desde los doce años fue -como el tatuado hombre del relato- puro cuento de la cabeza a los pies.
El libro es aquel compañero de muchos que lo encuentran como un pasatiempo, una forma de viajar, entretenerse, inspirarse, etc. El 68,5% de la población española lee con frecuencia según la FGEE. Quizás muchos lean, pero pocos conocen las distintas partes de un libro y sus componentes.
FIRMA INVITADA
Por Eva Losada Casanova
Cuando hablo de la intencionalidad de la escritura, mi memoria regresa una y otra vez, como niño hambriento, a uno de los grandes personajes del escritor madrileño Luis Landero. Recuerdo como, a lo largo de la lectura de El guitarrista, este personaje se pasea por los rincones de su vida exclamando a los cuatro vientos que está escribiendo una novela, lo hace con una mezcla de altanería y desasosiego. ¡La novela del eterno novelista! Aquella que no solo nunca se acaba sino que comienza cien veces, quizá mil. La edad temprana es ese campo de cultivo en el que la romántica idea de ser escritores va y viene como una cometa. Colorida y libre. Queda muy bien hacer volar nuestra cometa mientras compartimos unas tapas en un bar o bajo un hipnótico y peligroso cielo estrellado. El problema es que llega un momento en el que ese trozo de tela se hace pequeño en un cielo limpio y azul o bien cae en picado y descompuesto a nuestros pies.
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Este verano –ya lo he contado en alguna parte- he leído por fin “Serotonina” de Houellebecq. Siempre que puedo, evito hacer algo al mismo tiempo o en el mismo lugar que todo el mundo, ya sea leer una novela o cantar “Resistiré”, de ahí la demora. Y ese mismo escrúpulo antigregario ha complicado mucho mi fallida intentona de convertirme en un escritor destacado en este país en el que nadie lee pero todo el mundo publica, o lo hacían antes de la COVID. Pero ya llegaremos a eso.
Recordando a la superagente Balcells en el quinto aniversario de su muerte
En una entrevista de hace casi tres lustros, la agente literaria Carmen Balcells (Santa Fe, Lérida, 9 de Agosto de 1930 - Barcelona, 20 de Septiembre de 2015) aseguraba que la vida se renovaba para ella cada uno de octubre. “Una costumbre colegial”(…)“Es un tiempo en que se vuelve a poner todo en orden” (la cursiva es mía). Exagerada como era -según descripción de su nieta, Laura Palomares Güells- puede que escogiera morirse antes de esa fecha simbólica para no renovar nada que no pudiera o no deseara concluir. No le gustaba dejar tareas a la mitad y horas antes de abandonar el mundo, mantuvo con Miquel Palomares -su hijo- una conversación exhaustiva sobre el estado de su hacienda; una causalidad que podría haber novelado García Márquez y que causó que Palomares se situara al frente de la nave que ni él ni su madre imaginaron que gobernaría. “Sí, me encontré, de un día para otro, en la empresa que nunca pensé comandar”. Le acompañan, desde entonces, rostros de siempre y algunos nuevos, como el de Laura en el departamento de derechos de traducción.
Las primeras tarjetas postales vieron la luz en la ciudad de Viena en 1869 y posteriormente llegaron a España hacia finales del año 1873. En un primer momento se trataba de enteros postales (es decir, una tarjeta de cartulina con un sello ya impreso de la Dirección General de Correos) y no llevaban dibujos ni imágenes.
Sigüenza y sus alrededores cuentan con más de medio centenar de fuentes. Una treintena de ellas se ubican en espacios naturales de extraordinaria belleza paisajística, valga de ejemplo su Pinar. Han sido testigos vivos en la evolución de los usos y las costumbres populares y hoy son portadoras de un patrimonio etnológico muy singular.
«Oh dulce España, patria querida», Miguel de Cervantes Saavedra
Los nuevos documentos, descubiertos por el historiador egabrense Antonio Moreno Hurtado, ponen de relieve que el alcalde ordinario de Cabra, Andrés de Cervantes (1510-1593), esposo en primeras nupcias con Francisca de Luque y Aranda y en segundas nupcias con Elvira Rodríguez de Úbeda, firmó más de 150 testimonios legales a lo largo de su vida. Es de destacar, además, que el Cronista Oficial de Cabra, Antonio Moreno Hurtado, localizó más de 143 nuevos datos legítimos de inestimable valor para la biografía de Andrés, tío paterno del héroe de Argel, y sus parientes, puestos en letras de molde en sus excelentes libros: Egabrenses en Indias (2018), y en Los Cervantes y Cabra (2020).
Los predicados usuales en matemáticas, es decir, en geometría y en aritmética, dice Kant que son útiles al estudiar objetos físicos, que se “conocen”, mas no al hablar de ideas, que sólo se “piensan” y que carecen de objeto sensorial correspondiente. Aplicar dichos predicados en ideas, sugerimos, es causa de supersticiones, que provocan o contradicción moral, es decir, hipocresía, o indiferentismo cultual.
Me tenía prometido este par de páginas sobre la magnífica exposición de Ramón Masats en la Tabacalera de Madrid, pues si alguna vez he dudado, en mitad del tráfago de colorín y metacrilato de estas últimas décadas, sobre cuál era mi país, me bastaba con echarle un vistazo a cualquiera de sus fotografías para reconocerlo y acomodarme en él de inmediato.
FIRMA INVITADA
Por Margarita Melgar, autora de "El verano de nunca acabar"
A la gente le extraña muchísimo que Margarita Melgar seamos dos (Ana Sanz-Magallón y Montse Ganges), y que escribamos novelas. También escribimos guiones, pero esto no sorprende tanto: como espectadores ya sabemos que las películas son cosa de muchos. Pero como lectores, seguimos esperando que el autor sea esa Sherezade que se sienta a nuestro lado para susurrarnos solo a nosotros una historia, así que una novela escrita a cuatro manos suscita más preguntas. Por lo menos dos: cómo y por qué.
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