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Firma invitada

11/01/2021@10:23:37

Les confesaré que hasta el momento no había sentido un verdadero temor ante esta epidemia, sino más bien un plomizo abatimiento, seguramente contagiado por cuanto veía y palpaba en las calles hasta que, de pronto, me he topado con que la infección ha puesto de rodillas a la formidable Alemania, a la vez que el premier británico —con esas maneras de peluche de Barrio Sésamo que se gasta— comunicaba que su sistema de salud estaba absolutamente colapsado y que calculaba en un millón —seguramente serán más, muchos más— los infectados en su país, mientras la soberbia Francia era incapaz de dispensar la ansiada vacuna con alguna diligencia; en tanto que aquí, y para no desentonar, el sieso del ministro del ramo anunciaba que se iba de campaña electoral y allá nos las compusiésemos cómo pudiéramos —o cómo a los virreyes autonómicos se les ocurra, que viene a ser lo mismo—. En fin, un panorama con ese pergenio de desquiciado sainete que han presentado todas las catástrofes de la Historia en el momento mismo de producirse.

«No hay condiciones que satisfacer. No hay nada que hacer, nada que dejar. Simplemente miremos y recordemos que todo lo que percibimos no es nosotros, ni nuestro. Esta ahí en el campo de nuestra consciencia, pero nosotros no somos el campo ni sus contenidos, ni siquiera el conocedor del campo. Es nuestra idea de que debemos de hacer las cosas lo que nos atrapa en los resultados de nuestros esfuerzos. El motivo, el fracaso del logro, la sensación de frustración: todo esto es lo que nos retiene. Simplemente contemplamos todo lo que suceda y sepamos que estamos más allá de ello»

(Enseñanzas definitivas. Sri. Nisargadatta Maharaj)

Durante el tiempo de confinamiento, mientras azotaba la pandemia, hubo quien pintó, compuso canciones, tejió, comió, miró películas, se conectó a internet, leyó, creó o escribió. Ivonne Sánchez Barea pintó y escribió este precioso poemario. Sin dudas, la autora sabe de la importancia del momento, del tiempo para cada cosa, es decir, del Kairos.

«Nada bueno esperaba el mundo» Estas palabras del escritor uruguayo Eduardo Galeano nos sirven para conocer un poco mejor a Julio Cortázar. «Aquella noche me di cuenta de que yo era un cazador de palabras. Para eso había nacido. Esa iba a ser mi manera de estar con los demás después de muerto y así no se iban a morir del todo las personas y las cosas que yo había querido» (Galeano. La biografía. Ediciones B).

Veo lo que vemos todos. Pero te respondo como a un ciudadano adulto porque no estoy en ninguna pomada. Privilegios de ser una asocial y algo psicópata. Recuerda que los locos y los niños dicen la verdad.

Las palabras, sus amadas palabras, las salvadoras palabras, esas que su querido maestro Américo Castro le había enseñado a amar, acuden en su auxilio cuando, acabada la guerra, y ya en Madrid, siente María Moliner la melancolía de las energías no aprovechadas, tras su jornada en la Biblioteca de Ingenieros Industriales, donde ejercía de bibliotecaria.

Como un río que surge de nuestras entrañas aparecen autores que uno tras otro nos invitan a viajar y, sobre todo, a aprender de sus experiencias que, por una serie de circunstancias, muchos no podemos hacer. Pero quizás es para eso el género de la literatura con grandes palabras en donde el titular hace realmente y describe en sus páginas lo que un autor o autores nos quieren contar.

El benemérito cervantista Don Sabino de Diego Romero, ex alcalde de Esquivias, España, descubrió más de 1.100 perlas documentales de inapreciable valor sobre Catalina y sus parientes, que corrigen los errores de los biógrafos cervantinos sobre la vida de Catalina, hija de Catalina de Palacios y Salazar y de Fernando de Salazar Vozmediano, soldado de Flandes, Metz y San Quintín, cuyos hermanos Alonso, Francisco y Gonzalo sirvieron en Flandes, y Juan falleció en la conquista de las Indias, donde «los indios le tuvieron a cebo y se le comieron».

FIRMA INVITADA

Por Eva Losada Casanova

Cuando hablo de la intencionalidad de la escritura, mi memoria regresa una y otra vez, como niño hambriento, a uno de los grandes personajes del escritor madrileño Luis Landero. Recuerdo como, a lo largo de la lectura de El guitarrista, este personaje se pasea por los rincones de su vida exclamando a los cuatro vientos que está escribiendo una novela, lo hace con una mezcla de altanería y desasosiego. ¡La novela del eterno novelista! Aquella que no solo nunca se acaba sino que comienza cien veces, quizá mil. La edad temprana es ese campo de cultivo en el que la romántica idea de ser escritores va y viene como una cometa. Colorida y libre. Queda muy bien hacer volar nuestra cometa mientras compartimos unas tapas en un bar o bajo un hipnótico y peligroso cielo estrellado. El problema es que llega un momento en el que ese trozo de tela se hace pequeño en un cielo limpio y azul o bien cae en picado y descompuesto a nuestros pies.

Vamos a iniciar un viaje, no será aquí al lado, nos iremos a la India. Cogeremos el avión y llegaremos a Nueva Delhi, intentaremos llegar a Benares (Varanasi), bañarnos en el Gangés, que según muchos es el lugar sagrado por excelencia, en donde sus aguas purifican sus cuerpos desde la noche de los tiempos. Nos acercaremos desde la barrera a la obra de la Madre Teresa de Calcuta, nos iremos de la mano de Alberto Oliveras a su particular «Revolución silenciosa» y con él nos adentraremos en la obra del Baba o Father Ferrer. Y el profesor Ramiro Calle nos enseñara «El yoga y sus secretos» ese nexo de unión entre Oriente y Occidente.

Es una pregunta retórica y estúpida, pero me gustaría saber cuántos objetivos has cumplido de los que te propusiste para 2020. Yo ninguno, me parece muy cateto ponerse límites, tío. Déjate de chorradas de aprender inglés, alemán o chino, que aprendan español ellos, no te jode.

Es un hecho que la suerte juega un papel protagónico en el proceso creativo de todos los tipos de artistas. Claro, también lo juegan el estudio de técnicas y métodos, la práctica constante y el interminable ensayo y error de los más experimentales e interesantes. Sin embargo, muy a menudo ese pequeño detalle clave (o sucesión de detalles clave), como una explosiva nota musical, una precisa metáfora dentro de un verso o un gesto facial de un actor de cine, ocurre por puro azar. La literatura no es la excepción a estos caprichos de las musas o la fortuna, la pura suerte. No es extraño, entonces, que muchos grandes escritores se interesen en estos temas, pues además el juego y las apuestas son algunas de las más poderosas fuentes de emoción, suspenso y perdición para la humanidad.

El célebre poeta nicaragüense Rubén Darío se casó con la escritora costarricense Rafaela Salvadora Contreras Cañas, procrearon un hijo Rubén Álvaro Darío Contreras, (nacido el 11 de noviembre de 1891 en San José Costa Rica y fallecido el 9 de enero de 1970 en Buenos Aires Argentina). Rubén Álvaro, contrajo matrimonio con Eloísa Regina Basualdo Vignolo (1887-1969) procrearon tres hijos; Stella, Eloísa y Rubén Darío lll. En complicidad con Martín Katz Darío arquitecto y bisnieto de Rubén Darío, hoy tenemos el grato privilegio de presentarles breve biografía y algunas anécdotas de la nieta primogénita del “Príncipe de las letras castellanas”, Stella Darío.

Para celebrar la dispensa —al menos en Rusia y en Gran Bretaña— de la ansiada vacuna, les traigo una jocosa noticia que despertó de inmediato mi curiosidad: los cuatro leones —a saber: tres leonas y un macho— del zoológico de Barcelona se han infectado de la covid. No me negarán que la noticia no encierra su guasa; y no solo porque esta manada sea una flagrante representación del perseguidísimo machismo, sino porque las fieras, en esos jardines de exhibición, suelen permanecer bajo un “confinamiento” vitalicio. Entonces, ¿cómo ha sido posible el contagio? La gacetilla solo añadía que dos empleados del parque habían aquejado ya la enfermedad, insinuando, pero sin especificarla, que estos mantenían algún tipo de intimidad con los feroces felinos.

Leo en el estupendo artículo de Antonio Muñoz Molina (Babelia 12 dic) ese primer terror infantil que comparto y que me quedó en la memoria de niña y que tantas veces incluso de adulta lo he rememorado. Todavía cuando voy a casa de mis abuelos veo esa escalera por donde subía el “malvado” e imagino la madre diciendo “ya se irá, ya se irá…” mientras la niña oía los pasos cada vez más cerca, “ya sube el primer escalón…-sentía”.

Dice Pablo Iglesias que deberíamos estar contentos porque Bildu, en lugar de pegar tiros, haga política (a cualquier cosa le llaman política). Y no te creas que suelta esa chorrada porque se le han subido los humos al moño.

FIRMA INVITADA

Por Margarita Melgar, autora de "El verano de nunca acabar"

A la gente le extraña muchísimo que Margarita Melgar seamos dos (Ana Sanz-Magallón y Montse Ganges), y que escribamos novelas. También escribimos guiones, pero esto no sorprende tanto: como espectadores ya sabemos que las películas son cosa de muchos. Pero como lectores, seguimos esperando que el autor sea esa Sherezade que se sienta a nuestro lado para susurrarnos solo a nosotros una historia, así que una novela escrita a cuatro manos suscita más preguntas. Por lo menos dos: cómo y por qué.