This piebald comparative inquiry is the kernel of two experiences with two wenches. As I was gallivanting across a rut of kennels of a street of New York, I saw a hairlanked black woman, and I wooed her by using my most poetical and knightly resources and polite letters. Amid that hectic cityscape she accepted my words, which at that moment were only an echo of a line of a poem written by Lord Byron: “She walks in beauty, like the night” (1). She smiled, and we are good records of love now. I did the same thing in Mexico with another coloured lass. Decorum does not permit me to describe her barbarian reaction.
Ignoro si ustedes compartirán esta sensación, pero apenas observo el panorama de la política europea, me parece estar asistiendo a una “discusión bizantina”; aquella estúpida disputa teológica sobre el sexo de los ángeles mientras los otomanos asediaban con sus bombardas Constantinopla, porque, en este instante, alrededor de Europa cunde un cerco de devastación y horror: la triturante prolongación de la guerra en Ucrania, la reciente e imprevisible sublevación en Irán, la sangrienta desmembración de Siria, del Líbano y de Libia, por no mencionar esa guerra silenciosa —al menos para España— e incesante desde hace demasiados años que atraviesa el Sahara desde El Chad hasta Burkina Faso.
Leer una novela, una obra de teatro o un poema nos libera de lo cotidiano; hace volar nuestra imaginación para conectar con el autor con independencia del tiempo en que haya sido escrita la obra literaria. Eso es lo fascinante, para establecer ese lazo de unión con el creador incluso fallecido. Sería muy duro para los amantes de la lectura que nos privaran de ese placer, casi necesidad, sobre todo en momentos turbulentos e indecisos.
El sector editorial independiente español es un ecosistema tan rico y variado que da cabida a géneros, tendencias y formas de hacer literatura que nunca encontrarían su lugar en un paisaje editorial monopolizado y de grandes grupos. Por eso como lectores tenemos que mimar tanto a los sellos independientes. Se atreven con formas literarias que se encuentran alejadas del mainstream y constituyen la reserva de vida inteligente más allá de los géneros mayoritarios. El trabajo de estas editoriales valientes, su constancia y fe en el aforismo español han creado una auténtica edad dorada del género, por calidad de las ediciones y del trabajo que los autores nos ofrecen.
PLAZA DE GUIPÚZCOA
Si eres Marta Ortega, la hija del hombre más rico de España, puedes pensar que todo el monte es orégano. Y más si el “Hola” y tus vasallos de Zara te dicen que creas tendencia y vas divina de la muerte con esos horribles “oufits” que te pones. No les hagas caso, es puta bola.
Tanto se puede decir de Gredos y tanto se ha dicho. Es inabarcable, y aunque me despeñe voy a adentrarme por el Espinazo de Castilla o las Cimas del silencio, como las llamó don Miguel de Unamuno, y a compartir con ustedes algunas pinceladas de su historia, eventos y personajes que han dejado su huella.
PLAZA DE GUIPÚZCOA
En las pelis clásicas hay un recurso cinematográfico que da mucho juego. Una pareja llega a la habitación de un hotel. Ella susurra maliciosa “one momento please, voy al baño”. Él espera ansioso junto a la ventana. La chica vuelve cubierta con un albornoz blanco. Secuencia de tensa y exaltada sensualidad. Se miran, saben que algo va a ocurrir. Y ocurre. Ella deja caer lánguidamente el albornoz. Está desnuda. Él la mira alucinado. La tía debe tener unas tetas increíbles, pero no te las enseñan. Siguiente escena, beso, revolcón apasionado, etc. Hasta aquí todo okey.
FIRMA INVITADA
Por Eva Losada Casanova
Cuando hablo de la intencionalidad de la escritura, mi memoria regresa una y otra vez, como niño hambriento, a uno de los grandes personajes del escritor madrileño Luis Landero. Recuerdo como, a lo largo de la lectura de El guitarrista, este personaje se pasea por los rincones de su vida exclamando a los cuatro vientos que está escribiendo una novela, lo hace con una mezcla de altanería y desasosiego. ¡La novela del eterno novelista! Aquella que no solo nunca se acaba sino que comienza cien veces, quizá mil. La edad temprana es ese campo de cultivo en el que la romántica idea de ser escritores va y viene como una cometa. Colorida y libre. Queda muy bien hacer volar nuestra cometa mientras compartimos unas tapas en un bar o bajo un hipnótico y peligroso cielo estrellado. El problema es que llega un momento en el que ese trozo de tela se hace pequeño en un cielo limpio y azul o bien cae en picado y descompuesto a nuestros pies.
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PLAZA DE GUIPUZCOA
No sé por qué me empeño en ser tan auténtica y sincera. Aquí cada cual va a su rollo y nadie hace ni puto caso de nada. Te cansas de dar buenos consejos para que al final te hagan un corte de mangas. Y no creas que me refiero a Tamara Falcó. Estaba cantado que el pijo de su novio era un bala perdida.
GALERÍA DE ESCRITORAS SINGULARES
Con su extensa y variada producción, Soledad Acosta de Samper se atrevió a meter baza literaria en campos restringidos a los hombres. Dada su vocación pedagógica, desarrolló importantes proyectos sociales dirigidos a sus compatriotas mujeres.
PLAZA DE GUIPÚZCOA
Antes, y cuando digo “antes”, quiero decir antes del covid, antes de que supiéramos que una señora como Irene Montero podía ser ministra, o que el hombre de la camiseta verde se llamaba Zelenski. Incluso antes de que se jodiera el Perú (y Europa). Antes, o sea, cuando eramos felices, para mostrar asombro o desconcierto, decíamos “me rompe los esquemas”.
Panatismo: término empleado con sumo acierto por el portavoz del PNV en el Congreso, Aitor Esteban, para definir el babeante vasallaje rendido en nuestro país ante el fallecimiento de una reina británica cuya única virtud conocida no iba más allá de combinar los tonos de sus bolsos y sus sombreros. Pageantry: término inglés que se traduce como pompa, boato o esplendor, cuyo sentido tampoco es inocente. Busca restaurar el relato de la grandeza nacional junto con el de ese mundo de ayer donde las monarquías tenían un sentido: preservar el aura del mito.
Ignoro si ha sucedido con toda intención o, como parece, por mera coincidencia, pero ciertamente presentaba algo de celebración de la Diada, aunque carente de las suspicacias, de los agrios desafíos en los discursos y de los pitidos y gritos insultantes que suelen envolver en la actualidad a los actos de esta conmemoración en Barcelona; pues, por el exacto solapamiento de las fechas, lo acontecido en Madrid no podía escamotear un ineludible eco a esta fiesta; sin embargo, en sosegada, en espléndida y, sobre todo, en merecida; ni más ni menos que, tras ciento veinte años desde que el entonces empresario del Liceo, Alberto Bernis, se negase al estreno de La Celestina (1902), el Teatro de la Zarzuela subía a escena esta tragicomedia lírica de ese gran y siempre memorable catalán, que fue Felipe Pedrell; de quien, por otra parte, este agosto, se ha cumplido, bajo el más ominoso silencio oficial, el centenario de su muerte.
Arriesguemos de entrada una hipótesis discutible. Hay generaciones que hacen historia y otras que padecen la historia que hicieron sus mayores. No creo que sea muy original, pero tampoco doy ahora en el trastero desordenado de mi memoria lectora con un precedente claro de mi teoría. Vamos, pues, con la casuística, que será, me parece, lo más clarificador.
PLAZA DE GUIPÚZCOA
Otra vez Diana de Gales, por los clavos de Cristo. Les vale todo con tal de no hablar de lo que tienen que hablar. Veinticinco años de su muerte, y luego cincuenta y luego cien. Si la humanidad está involucionando, imagínate cómo estará dentro de cien años. El día de la marmota sin fin.
FIRMA INVITADA
Por Margarita Melgar, autora de "El verano de nunca acabar"
A la gente le extraña muchísimo que Margarita Melgar seamos dos (Ana Sanz-Magallón y Montse Ganges), y que escribamos novelas. También escribimos guiones, pero esto no sorprende tanto: como espectadores ya sabemos que las películas son cosa de muchos. Pero como lectores, seguimos esperando que el autor sea esa Sherezade que se sienta a nuestro lado para susurrarnos solo a nosotros una historia, así que una novela escrita a cuatro manos suscita más preguntas. Por lo menos dos: cómo y por qué.
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