Si el rey Felipe II utilizaba esa expresión, para nombrar despectiva y vengativamente a Ana de Mendoza, Princesa de Éboli, Kate O’Brien la resignificó al utilizarla como título de su séptima novela, publicada en 1947. Bien podemos utilizarla ahora, en un sentido muy diferente, para referirnos a la escritora, por su calidad literaria, su amor por España; su interés en figuras literarias e históricas españolas (Teresa de Jesús, Ana de Mendoza, Jacinto Benavente y Miguel de Cervantes); su valentía al abordar temas que le valieron la prohibición de dos de sus novelas (Mary Lavelle (1936) y Land of spices (1941) en Irlanda por contradecir los rígidos parámetros de moral sexual impuestos por el gobierno de Eamon de Valera, y la prohibición de otra en España, por el gobierno franquista, Farewell Spain (1937), por su decidida defensa de los valores de la República y su condena del golpe militar; y el carácter feminista de su literatura, en que nos muestra mujeres independientes, capaces de tomar decisiones y defender aquello en lo que creen, como sucede en la novela que comentamos.