«No germina, no florece ni da fruto, pues su vida da vida de nuevo a su misma fuente. Queda a la espera de la propia muerte, que sigue el milagro de la floración universal y, solo entonces, de su desierto renacen las raíces, la caña, las ramas y las hojas. El bambú, como el Buddha atiende al paso del milagro (la lluvia de flores en el árbol de Sala) no desmiente nada de su muerte y sostiene el frágil balanceo de la existencia»
(Amador Vega- El bambú y el olivo- Herder)