24/01/2024@06:06:00
Había una vez un actor de Hollywood que se llamaba Al Pacino y que quería ser escritor de novelas. Tras rodar “El Padrino” y dirigir para el cine una obra de Shakespeare, alguien le dijo que en España vivía un profesor que se daba un aire a él y que se llamaba Justo Sotelo. Había nacido en Madrid, en el barrio de Chamberí, se había hecho economista y trabajado como bróker, y luego se había licenciado en literatura y escrito una tesis doctoral sobre un escritor japonés que también se daba un aire a Justo Sotelo, sobre todo en su pasión por la música clásica y el jazz y algunos escritores como Kafka y Scott Fitzgerald, aunque todos decían que tenía una forma de ser más parecida a la de Woody Allen, con sus sempiternas gafas, su continuo cuestionamiento de todo y esa penetrante manera de ver la vida.