Cervantes no ha muerto. Sigue y continuará vivo por los siglos de los siglos venideros, donde nuevos lectores se adentrarán en sus personajes y llegarán a creer que un día fueron ciertos y existieron.
La tortura siempre es deleznable, pero cuando se ejerce contra las mujeres, contra una mujer, parece más vil e inhumano todavía.