Diego Armando Maradona nunca se paró lo suficiente para reírse de la completa contradicción y las constantes paradojas con las que vivió. Igual es que, como un amigo defiende, la coherencia es un valor burgués. Nunca fue coherente, pudo llegar a ser el dios del fútbol y acabó como un yonkie. Tramposo, vago, drogadicto y descerebrado terminó como una auténtica ruina personal, un muñeco roto. Guillem Balagué nos cuenta su rocambolesca vida en "Maradona. El pibe. El rebelde. El Dios".