La historia de un joven atrapado entre dos religiones y dos amores en la Andalucía del siglo XVI
En su segunda obra, Ildefonso Falcones nos traslada al agreste paisaje de las Alpujarras granadinas en 1568, donde los moriscos sobreviven gracias a su duro esfuerzo a pesar de los continuos obstáculos que les imponen los cristianos viejos. Obligados a venerar unos símbolos religiosos en los que no creen, su descontento crece hasta estallar en una revuelta cruel y sanguinaria. Entre los sublevados se halla Hernando, un joven de catorce años que ha sufrido el rechazo de su gente debido a su origen: su madre, Aisha, fue violada por un sacerdote y él, apodado el nazareno, es el fruto de dicho ultraje. Forzado por su padrastro, Brahim, a trabajar como arriero desde muy niño, la guerra se convierte para Hernando en la oportunidad de demostrar su valía ante un pueblo que le desprecia. Su valor y su habilidad con los animales le hacen ganarse la confianza de Ibn Umeyya, el rey de al-Andalus, y la gratitud de Fátima, la joven madre de un pequeño a la que salva de una muerte cierta.