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crítica teatral

02/03/2019@18:36:24
No hay nada mejor, para contar una historia que trata de ser universal, que hacerlo desde la distancia y, en este sentido, la segunda persona a la hora de narrarla parece la más acertada. La vida de uno a través de otros nos sitúa en un espacio donde no tenemos que atravesar ningún espejo, pues tan sólo, debemos limitarnos a ver, oír y pensar en aquello que vemos y oímos.

Quizá no haya nada más sutil que la corriente de aquel que deja las preguntas en el aire con la certeza DE que es él quien maneja la situación y el poder. Ese fariseísmo tan instalado en nuestra sociedad actual es más chirriante si cabe cuando procede de esa falsa progresía que no ha sabido actualizar el discurso del siglo XIX a nuestros días.

Arthur Miller retrató como nadie esa impostura de felicidad con la revestimos a nuestras vidas, lo que le hizo alejarse de una forma consciente del way of life o sueño americano. Quizá, tenga que ver en todo ello, la amargura vital que le visitó en diferentes etapas de su existencia, lo que le obligó a alejarse de sus sinsabores a través de lo que los creadores llaman como otra vida; otra vida que derramó en las conciencias de sus personajes.

Arrebatadora en la propuesta escénica, vibrante en el texto, conmovedora en el desarrollo de una trama esencial, como esencial es la dignidad del ser humano. Ecos, voces y sonidos que nos empapan la conciencia a conciencia, pues ese es el mensaje final de esta "Numancia" de Miguel de Cervantes dirigida por Juan Carlos Pérez de la Fuente.

¿Qué sería de nuestra memoria si no la pudiésemos nutrir del trabajo de los artistas? Pintores, escultores, actores, escritores y poetas, entre otros, vierten ese último sentir de sus entrañas sobre las turbulentas aguas de la vida por las que, en ocasiones, se arrastran cadáveres anónimos. Cadáveres que son la señal más abominable de las incógnitas adheridas a la ignominia del ser humano; incógnitas que a lo largo de los siglos aún no hemos sido capaces de despejar para llegar a convivir en paz.

La construcción de barreras a través de las palabras del desamor

Un suelo blanco e impoluto. Un techo negro moteado de fluorescentes que, en vez de estrellas, se asemejan a lágrimas luminosas que cuelgan de una, inexistente ya, cúpula de los deseos. Y una línea diagonal imaginaria que se comporta como una goma, también imaginaria, que les sirve a los actores de unión y lejanía de sus cuerpos, de su rabia, de su desamor…

Miguel Hernández para siempre

MIGUEL HERNÁNDEZ GILABERT, hecho a sí mismo, valiente, necesitado de gente y casi siempre solo. Miguel Hernández, tuviste mala suerte, pero fuiste fuerte, y no abandonaste nunca tu camino; si te halló pronto la muerte, no se alegraron tus enemigos, porque tus amigos fueron creciendo poco a poco.